Están por todas partes: en algunos escaparates ocupan medio expositor, están colocados sobre los mostradores, expuestos como joyas carísimas, con lamparas LED que les proyectan delicados haces de luz. Están en estanterías corridas, cuando son pequeñas y manejables, o en aparatosas vitrinas, cuando provienen de ejemplares grandes, o grandísimos. Son aletas de tiburón y cada año desfilan por estas calles miles de toneladas de este producto que en Europa miramos con curiosidad y cierto asquito pero que en China alcanza precios estratosféricos. Y a pesar de las campañas internacionales y de las protestas de los grupos ecologistas y de la propia decencia del ser humano que debería velar por no causar una muerte tan cruel e injusta a cualquier animal, aquí, como decía, en la calle conocida como Des Voeux Road West, de la ciudad de Hong Kong, las aletas de tiburón están por doquier. Y en grandes cantidades.
En la ciudad esta zona se conoce como ‘Mercado de pescado seco’, una extensa zona que hace cincuenta años era un centro de venta de pescado que secaban aquí mismo pero que hoy es un barrio de rascacielos surcado por puentes elevados, grandes avenidas, autopistas y el mayor mercado alimentario al por mayor de la ciudad. Los antiguos pescadores regentan ahora lujosas tiendas con todo tipo de pescado seco, y no sólo pescado: lagartos secos y crucificados, gusanos gordísimos que parecen momificados, calamares y pulpos apergaminados.
Sin embargo, mi curiosidad es otra: las numerosas vitrinas con aletas de tiburón. Dan cierta grima, descarnadas y amarillas, imposible esconder que no es más que un cartílago al que han despojado de la carne gris del escualo. Las antiguas fotografías que mostraban toneladas de pescado secándose al cielo tropical de Hong Kong, y las no tan lejanas que mostraban las miles de aletas de tiburón ante el horror de los visitantes, han dado paso a lujosos establecimientos de cuidada estética y amables comerciantes.
Amables hasta que sacas la cámara y entonces parecen transmutarse en poderosos bull dogs que amenazan con el dedo mientras señalan cartelitos en los que se prohiben las fotografías y los metomentodos. Como yo, claro. Supongo que estas imágenes de la BBC habrán tenido mucho que ver:
Miles, decenas de miles, de aletas de tiburón se secan ahora en los tejados, para no molestar las narices de los peatones y la sensibilidad de los turistas. Claro que hay que ponerse en la situación de cada una de esas aletas para conocer la crueldad de la que hablaba antes. Porque lo triste de este comercio es que el tiburón se pesca, se mutila y se arroja vivo al mar sin las aletas, lo que deja al animal desangrándose en mitad del océano sin posibilidad de nadar y esperando una muerte lenta y desagradable. Es lo que se conoce como 'aleteo del tiburón'. Y se hace así porque el resto del tiburón no tiene apenas valor comercial y en las bodegas no hay sitio para cuerpos inútiles y así, además, caben más aletas. Un comercio un tanto absurdo porque, además, las aletas de tiburón, dicen los expertos, acumulan grandes cantidades de mercurio, y de otros metales pesados, debido a que filtran, a lo largo de sus vidas, millones de litros de agua y que se acumula precisamente ahí, en los tejidos cartilaginosos. Tan perjudicial puede resultar que los EEUU prohiben el consumo en niños y mujeres embarazadas y tan desagradable resulta este comercio que
la Unión Europea ha prohibido recientemente, y reforzado el veto en junio de 2013, esta cruel práctica.
Un dato: sólo en 2010 Hong Kong importó casi 10.500 toneladas, compradas algunas a poco más de 15 dólares el kilo (en Panamá o Colombia, por ejemplo) que luego se venden a más de 500 dólares en el mercado chino. Una cifra monstruosa que supone además la mitad del comercio mundial. La mayoría de las aletas acaban en Hong Kong, y precisamente en esta calle, recuerden: Des Voeux Road West, donde los carteles de prohibido hacer fotos proliferan por doquier. Pero, con estar lejos, Hong Kong nos pilla muy cerca porque, dicen las estadísticas, una de cada tres aletas de tiburón proviene de Europa y del total España aporta entre 4.000 y 5.000 toneladas métricas al año (según Wikipedia Noruega sólo vende 39 T.M). En total son 83 los países que exportan aletas de tiburón y el que más se ha resistido a prohibirlo en la Unión Europea es Portugal. Los datos colocan a España como el principal exportador de aleta de tiburón a Hong Kong, seguida de lejos por Singapur, Taiwan, Indonesia, Emiratos Árabes y Yemen, según la convención sobre el comercio internacional de flora y fauna (CITES) reunida en Bangkok, y la flota española se encuentra entre las 15 principales depredadoras de tiburones y rayas. Según la Fundación Wild Aid más de cien millones de tiburones mueren cada año, aunque hay quien lo eleva al doble, para hacerse con las aletas.
Una vez que llega al consumidor final, cada aleta puede cotizarse a más de mil euros el kilo y con ellas se elabora la conocida como sopa de tiburón, un cartílago que en sí es bastante insípido pero cuya textura, dicen, se agradece mucho en los paladares asiáticos. De hecho, un tercio de todos los chinos la ha probado en los últimos meses y su uso no es frecuente sino muy frecuente.
Sopa de TiburónIngredientes para una sopa de aleta de tiburón para 4 personas:
2 pechugas de pollo,
Caldo de pollo,
2 piezas de cangrejo,
1 taza de fécula de maíz disuelta en agua,
2 claras de huevo,
Jengibre
1/4 aleta de tiburón
Preparación: Se cocinan el pollo y el cangrejo en el caldo de pollo y el jengibre, se cocina la aleta de tiburón hasta que quede blanda; se agregan la fécula de maíz y la clara de huevo. Una vez hecho esto, su paladar puede disfrutar de un exquisito manjar (aunque la aleta no tenga sabor) y mientras lo come, tal vez pueda imaginarse al dueño de las aletas: un tiburón que luego de perderlas se retuerce de dolor mientras se hunde en el océano, sin poder nadar, dejando una estela de sangre, agonizando lentamente mientras otros miles de tiburones a lo largo de la costa Pacífica corren con la misma suerte.
http://www.seinforma.ca/sharkesp.html
Las campañas internacionales han menoscabado al menos el descaro de antaño aunque viendo Des Voeux Road West uno no sabe muy bien qué pensar de ese éxito. O entonces pensar cómo era esto antes. Un ejemplo: Korean Air ya no transporta aletas de tiburón a Hong Kong, un veto que ya acataban compañías aéreas como Air New Zealand y Cathay Pacific de Hong Kong. Buenas noticias para los pobres escualos, pero algo hay por ahí que hace pensar que los tiburones tienen los días contados porque
en esta página de e-bay se vende el cartílago ya enlatado y según denuncias de todo tipo ni esta supuesta medicina es efectiva ni es posible conocer de dónde viene el dichoso cartílago.
Y es que la excolonia británica
ha sido tradicionalmente la mayor importadora de este comercio del mundo, aunque ahora se ignora la cantidad que el resto de China importa. Sea lo que sea, los comercios de la zona se sienten amenazado. En una bocacalle luce imponente una enorme aleta de tiburón en el escaparate. Mide más de dos metros y su sola presencia intimida: ¿cómo sería este bicho para que su aleta tenga esa altura? Bajo una mano a la cámara de fotos pero dos chinos salen raudos del local. Miro el vuelo bajo de la golondrina asiática (cuyos nidos se venden también en esta calle) y desisto de hacerle una foto al premio mayor de las aletas. Otro día será, parecen decirme con sus miradas, y yo prefiero hacerles caso, no vaya a verme puesto a secar sobre el tejado de algún rascacielos, listo para una sopa.