El peregrinaje de Mercedes Ammes por 53 herbolarios de Europa y las prolongadas horas que estuvo encerrada en el laboratorio se vieron recompensados cuando ella y su tutor, David Spooner, consiguieron descifrar el enigma de la patata europea. ¿De dónde proviene el tubérculo que constituye la dieta básica de millones de habitantes del viejo continente?
En un artículo publicado este mes en la revista 'American Journal of Botany', la pareja de investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison, sostiene que el 99% de las variedades que se cultivan en Europa proceden de las llanuras del centro y del sur de Chile.
Aparte del interés que despertó en la comunidad científica, el trabajo de los investigadores norteamericanos tuvo un inesperado efecto colateral, al avivar el viejo pleito que Chile y Perú mantienen acerca del origen de la patata doméstica (existen en total 4.000 especies diferentes), conocida científicamente como 'Solarum tuberosum'.
Hasta ahora se barajaba la hipótesis de que las primeras patatas que crecieron en suelo europeo provenían de un ancestro común que se cultivaba en los Andes, en el hábitat comprendido entre el sur de Venezuela y el norte de Argentina.
Una plaga originada por el hongo 'Phytophthora infestans'en el siglo XIX habría acabado con todos los cultivos, desde las estepas de Rusia hasta Irlanda.
En este país la epidemia desató una hambruna feroz que provocó la muerte de más de un millón de personas y obligó a dos millones de irlandeses a emigrar al otro lado del Atlántico, entre los años 1845 y 1848.
La citada teoría postulaba que, a partir de entonces, los europeos comenzaron a exportar una especie originaria de los valles centrales y del archipiélago chileno de Chiloé, para sustituir los cultivos que desaparecieron bajo los devastadores efectos de la epidemia del Tizón Tardío.
Mercedes Ammes visitó los herbolarios en busca de especies muy tempranas, que fueron cuidadosamente seleccionadas antes de enviarlas al laboratorio de genética de Wisconsin en panales similares a los que utilizan los arqueólogos para conservar la materia orgánica que encuentran en las excavaciones.
Finalmente, la joven investigadora eligió 64 muestras de patatas europeas que crecieron entre los años 1700 y 1910. "Muchas de las muestras tenían más de 300 años y no estaban bien preservadas. Mercedes tuvo que utilizar todo su ingenio para extraer el ADN de esas reliquias", comenta David Spooner.
La investigación se prolongó más de lo que el profesor de Horticultura y su discípula habían previsto. Justo cuando se les acababa el presupuesto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dispuso que el 2008 fuese declarado el Año Internacional de la Patata, en vista de lo cual la National Science Foundation decidió financiar el proyecto.
Después de extraer exitosamente el ADN de 49 muestras, Ammes analizó cada una utilizando un marcador genético que permitía distinguir las cepas procedentes de los Andes de las originarias del sur de Chile.
"Hallamos que, efectivamente, las primeras patatas que se cultivaron de forma sistemática en Europa provenían de la región andina. La variedad chilena arribó 34 años antes de que se declarara la epidemia. Es más, ambas especies convivieron al menos hasta 1892, lo cual demuestra que no todas las plantas andinas sucumbieron a la plaga del hongo. A partir del siglo XX, hubo un proceso de colonización, al término del cual la variedad chilena se convirtió en la dominante, hasta erradicar a su antecesora", explica Ammes.
El equipo de Wisconsin-Madison opina que los europeos introdujeron las patatas chilenas con la convicción de que éstas se adaptarían mejor a las condiciones del continente. Su proliferación terminó por darles la razón.