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EL FUTURO DE LOS HIJOS, ¿DECISIÓN DE LOS PADRES?



CARLOS SALAS: “EL FUTURO DE LOS HIJOS, 
¿DECISIÓN DE LOS PADRES?”

  Carlos Salas (Caracas 1956) es un veterano periodista que ha dirigido la sección de Internacional en el Diario El Mundo. A partir de 2005 fue el impulsor del lanzamiento del diario El Economista, que vio la luz en 2006 bajo su dirección. 

Posteriormente ocupó y dirigió el gratuito Metro. Empezó su carrera profesional en Actualidad Económica. Desde septiembre de 2009 escribe un blog económico en lainformacion.com y colaboraba con otros medios como Yahoo Finanzas. 

Salas sustituirá a Vanessa Jiménez, su responsable desde que se puso en marcha el proyecto que vio la luz en marzo de 2009 liderado por Mario Tascón, ex responsable de elmundo.es y elpais.com(Wikipedia).
  
Me gustó un artículo de Carlos Salas en su Sección, normalmente económica, titulada “Agítese antes de leer”, del Diario El Mundo, de fecha de 5 de septiembre de 2010. En él, planteaba un problema que se presenta a muchas familias: a veces, cegados por el cariño a los hijos, tratamos de orientarlos, en un sentido o en otro, porque: o bien, les alentamos a continuar nuestro trabajo, nuestra profesión o nuestra empresa, estimando que con ello ya tienen un camino trazado, y por tanto les va a ser más fácil avanzar en la vida; o por el contrario, si las cosas y las ilusiones que teníamos no han ido por el camino que esperábamos, les desalentamos e influimos en un sentido negativo: pueden escoger cualquier profesión, menos la nuestra, ya que pensamos que quizá no merece la pena, a la vista de nuestros pobres resultados. 

El artículo de Salas refleja ese afán paterno por conducir al hijo al redil de la profesión paterna, incluso con castigos físicos, y cómo el padre logró lo que se proponía, que el hijo fuera médico, aunque no sabemos si, con ello, el mundo perdió a quien podía haber sido uno de los genios de la pintura.

   “La gente joven se sumerge estos días en reflexiones sobre su futuro. Unos empezarán carreras universitarias o estudios de FP y otros habrán estrenado sus títulos y se preguntarán: en realidad ¿sirvo para esto? Algunos han dejado los estudios a medio camino y otros se han cambiado de carril, cuando descubren que aquello no era lo suyo. 
Los padres siempre se echan la culpa. Unos sienten que no influyeron bastante en la decisión de sus hijos y por eso se descarriaron; y otros obligaron a sus hijos a estudiar una carrera, pero, al final, crearon profesionales frustrados. Los padres nunca aciertan.

  Un amigo me contó el siguiente caso: Se trataba de un chico de pueblo, hijo de un médico. Desde muy niño, el chaval era una bestia; le encantaba lanzar piedras a sus amigos, asaltar viñas, robar melocotones y por supuesto romper cristales y farolas. 
El padre le daba soberbias palizas, pero el chico no se enderezaba. El chico era además un “grafitero”, embadurnaba tapias con la misma facilidad que pintaba cualquier pared, fachada o puerta. En lugar de estudiar se pasaba las horas haciendo garabatos y pintando tonterías, pues creaba batallas fantásticas, con corazas, caballos y guerreros..Los padres mostraron los dibujos a un experto que respondió “vaya mamarracho, no tiene ninguna aptitud, es un pintamonas”.
  El padre tomó la decisión de que estudiara medicina, cuando fuera mayor, pero en la escuela, el chico resultó ser muy mediocre, se escapaba, hacía pellas y a veces pasaba varios días en el monte sin aparecer por la escuela ni por casa. El padre le daba palizas con vergajos, palos... 
En la escuela el chico hacía caricaturas y las pasaba a los compañeros, pero los maestros lo repudiaban y lo encerraban en el cuarto oscuro para intimidarle. Él se ponía a pintar, usando la habitación como cámara oscura, pues entraban hilos de luz que formaban figuras al revés, en el techo.
  El padre seguía con la convicción de que su hijo estudiase medicina, pero el chico discutía que eso era perder tiempo y dinero, ya que lo que le gustaba era pintar... Lo llevó a un colegio religioso para que hiciera el bachillerato, pero advirtió a los curas que su hijo era “corto”, “no le exijan lecciones al pie de la letra porque es corto”, también añadió que tenía problemas de expresión y no sabía explicarse muy bien. 
No hubo piedad cuando el padre dio la vuelta: el chico fue abochornado delante de sus compañeros, castigado y humillado, y la única forma que tenía de evadirse era pintar y dibujar. Se convirtió en un chaval huraño, pues su otra afición era dar paseos y excursiones en solitario…
  En vacaciones  cuando regresó a su pueblo el chaval no mejoró, se dedicó al boxeo con los amigos y un día, en su tiempo libre, fabricó un cañón de madera, lo reforzó con alambre y hojalata y lo ensayó contra la puerta de un cercado. El estampido dejó un enorme boquete, fue denunciado a la policía  y pasó tres noches en la cárcel... 
El padre no movió ni un dedo, pero el chico no mejoró, porque al salir, se dedicó a las armas de fuego, le encantaban la pólvora, las escopetas y los fusiles… Los padres lo cambiaron de colegio, pero al ver que no tenía aptitudes, le metieron en una peluquería y luego en una zapatería, pero el chico, en los tiempos libres, se emborrachaba e iba de juerga... 
Por fin el chico logró matricularse en una academia de dibujo y pintura..acababa antes que nadie los esbozos, el profesor tuvo que prestarle más modelos y reconoció que era el discípulo más brillante que había pasado por la academia.
  Pero los designios de su padre eran inviolables, al terminar el bachillerato, el chico se dedicó a la Medicina y se sumió en una profunda decepción. Presionado por su padre, hizo oposiciones a cátedra, pero fracasaba una y otra vez.
  Me imaginé el final, un médico mediocre que acabaría malhumorado y despreciado, por culpa del padre. Sentí curiosidad por saber cómo se llamaba aquel personaje que pudo ser un gran pintor: “Ramón” respondió mi amigo, “¿y su apellido?” “Ese es el apellido, su nombre de pila era Santiago, quizá lo conozcas: Santiago Ramón y Cajal. Le dieron el Premio Nobel de Medicina, ha sido el mayor científico español”.

“Apostilla mía: He leído algo de la vida de Ramón y Cajal, y he visto algunos de sus dibujos, las cédulas nerviosas, sus ramificaciones, parece imposible que con tan escasos medios, pudiera obtener el premio Nobel de Medicina. Realmente era también un genio de la pintura

Alicante Octubre 2010 (JLN)