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El hundimiento de la Casa Bélmez




La verdad, las voy a echar de menos. Me queda como consuelo que el final estará a la altura de la leyenda: una cutrez de las que hacen afición. Y es que la humedad, que tantos beneficios dio a la familia Pereira, los propietarios de la famosa casa de las Caras de Bélmez de la Moraleda, va a ser su perdición. Creo que lo llaman justicia poética. La Casa Usher se vino abajo por la maldad, pero la Casa de los Caras se hunde por la tacañería. La falta de mantenimiento y las lluvias de los últimos meses en la región están a punto de acabar con el que nunca fue el mayor misterio de la historia de lo paranormal.


Como en el cuento, la avaricia ha roto el saco. Ahí están en el vídeo,faltando a la verdad y contando que nunca han ganado dinero exhibiendo la mayor colección de manchas de humedad del mundo, pero el plato con los donativos del día no miente. Y así, desde hace 40 años (hasta registraron la marca). Dicen que no han ganado dinero y que la gente “iba de balde”… pero no es verdad. Dinero han sacado. No digo millones, pero han sacado de sobra para haber arreglado el techo cuando hacía falta.


Si en lugar de repartirse cada noche lo que se iban embolsando por el día –la voluntad lo llamaban- se hubieran molestado en invertir en la casa ahora no se les vendría abajo. Y dicen que el Ayuntamiento no les ayuda. Sólo faltaría eso. Cinco hijos y no sé cuántos nietos que nunca han querido gastarse un duro en la casa para mantenerla exactamente igual que estaba en 1971 y ahora van a heredar un montón de escombros. Han matado a la gallina de los huevos de oro, pero de aburrimiento.
También lo siento por TVE. Nadie ha hecho más por mantener la mentira que la televisión pública. Y siempre haciendo gala de un falso escepticismo: puede ser un fenómeno paranormal, puede que no; puede que la Tierra sea plana, puede que no. Recuerdo que, en una ocasión, una joven que estaba como un queso del programa de investigación  ‘Hora Cero’ nos entrevistó a Francisco Máñez y a mí en virtud del libro de nulo éxito que escribimos sobre el tema. Les ofrecimos toda la documentación (desde los informes del CSIC hasta las actas notariales que Iker Jiménez y compañía jamás mostrarán integras, y más de un centenar de artículos). No la quisieron. ¿Para qué, si sólo hicieron un programa de casi hora y media? Se ve que les cabía de todo menos la verdad.
 'Cara de Bélmez' aparecida en un cuarto de baño.
 El origen del presunto misterio está totalmente aclarado. La primera cara que apareció fue una broma que Miguel, uno de los hijos de María, y un grupo de amigos le gastaron a su madre. La pintaron en el suelo, y tan bien les salió, que en pocos días ya había autobuses (no exagero) de toda la comarca para ver el prodigio. Es como lo de la virgen que se aparece en una tostada de mantequilla o, más recientemente, la imagen que apareció  en una ventana en Ágreda (Soria). A la gente le gusta creer.


El alcalde de la localidad, al tanto del engaño, les hizo quitarla, pero pronto volvió a salir. No era de extrañar: se estaban forrando. Pruebas de cómo se urdió la cosa las hay a capazos. Mi favorita (que no es la más importante) está en el libro inédito de José Martínez Romero Bélmez, una solución al enigma, creyente en el fenómeno y defensor de la familia. Hay que decir que fue uno de los pocos –quizás el único- al que detractores y defensores coinciden en señalar como honesto.
Aunque Martínez Romero fue uno de los grandes estudiosos del tema –durante años, casi el único- su papel se ha borrado de la historia oficial del fenómeno porque sólo una cualidad suya rivalizaba con su honestidad: su ingenuidad. Contaba las cosas como las veía y no –como han hecho los demás- como le gustaría que hubieran sido. He aquí un pasaje del libro muy revelador (las aclaraciones entre corchetes son mías):


“El día 9 de septiembre de 1971, es decir 16 días después de la primera aparición, un segundo rostro comenzó a perfilarse en la parte  de la solería recién arreglada [el lugar donde apareció el primero y que hubo que picar].
En está ocasión fue Miguel, uno de los hijos de la familia Pereira, quien, al ir al establo para cuidar su yunta, se percató de que en el suelo del fogón había otra mancha que también se asemejaba a la cara de un hombre. Lo asombroso era que, a las nueve de la noche, cuando cenaban [él y sus padres], nadie había visto nada allí.
Con la alarma y temor consiguientes ante tan insospechada reincidencia, informó a sus padre quienes ya no pudieron ocultar su honda preocupación por lo que esta persistencia de las figuras pudiera suponer”.
Reflexionemos. Había sólo tres personas en la casa. María, la madre, que era la víctima de la broma; su marido, que siempre se desentendió de la historia; y Miguel, el hijo. La cara aparece cuando el joven está solo. Pregunta de la semana: ¿quién la pintó? Envía la respuesta correcta a tu revista o programa misterioso favorito y participa en el sorteo de una cátedra en parapsicología aplicada.