Fecha:Miercoles, 19 de Enero, 2005 16:17:24 (+0100)
Autor:VR-Gm
¿Inteligencia? ¿Qué quiere Ud. decir?
Hablamos de que Juanito "es un niño inteligente", o que tal político "no será muy honesto...", pero eso sí "¡a inteligente, no hay quien le gane!".
También se oye que alguien se ha comprado un video, o una cámara, "inteligente". Cuando leemos a Georges Simenon, (un autor que no se restringe al genero policíaco donde creó su inigualable Comisario Maigret), no es raro sentirse admirado por la facilidad con que crea situaciones verosímiles y a la vez de hondo dramatismo. Pero su colega de oficio, Dashiell Hammet, da una vuelta de tuerca a los elogios posibles cuando afirma: "Simenon es inigualable en su género. Porque es inteligente" (1)
Un comentario como el anterior justifica el conocimiento de la obra de Simenon; por otro lado contiene un elogio implícito al lector que lo aborda.
Recuerdo a Jorge Luis Borges cuando afirmaba que él se sentía orgulloso no de los libros que había escrito... sino de los que había leído.
En general las reflexiones sobre la inteligencia o son puramente literarias u ofrecen un carácter técnico que ilusiona al neófito. Encanto que dura poco ya que una vez leído el artículo del especialista (y dificultosamente comprendido) sólo esconde trivialidades disfrazadas con términos esotéricos.
En las especialidades siempre se hecha en falta más claridad para lo obvio y un poco más de gracia para expresarlo.
La inteligencia, como facultad, es paradójica. Puede encontrarse gente fastidiada con su trabajo, con su pareja, o con el mundo donde mora; pero cuesta lo suyo localizar a alguien "realmente" disconforme con su inteligencia. Es ésta una facultad muy apreciada, y también, lo que no
sucede con otros dones, nadie se queja de su ausencia. Compárese esta confortable situación con las habituales lamentaciones sobre el dinero o el amor.
Resulta evidente, para el observador de la vida cotidiana, que con la "inteligencia" no funcionan las leyes básicas de la economía, ya que su abundancia no quita un ápice de su valor. Es una facultad admirable y admirada, a pesar de su ubicuidad. Sin embargo, no ha originado una ciencia específica. (A lo mejor porque nadie desea incrementarla). Ni las fundaciones ni los gobiernos disponen fondos cuantiosos para este tema de investigación. Una excepción fue el gobierno de Venezuela quien hace unos años dispuso, nada más y nada menos, de un "Ministerio de la Inteligencia" encargado de aplicar proyectos masivos para incrementarla (2) . Pero la crisis económica del país sudamericano abortó tan ilustradas pretensiones.
Por aquí, en Europa, nos sentimos "al cabo de la calle" en estos conceptos.
Y en España resulta evidente que todos los gobiernos (el central y los autonómicos) prefieren desviar los fondos para cosas más serias.
Resulta normal, en estas tierras, "aprender música" con un profesor capacitado, si se quiere tocar y oír medianamente bien; en cambio sería muy extravagante realizar un curso para "aprender a pensar mejor". Ya se sabe que todo españolito viene perfectamente dotado para estas actividades.
Reconozco que es sembrar sobre piedras reflexionar sobre estas cuestiones, pero hago notar (por si alguien se ha despistado) que me estoy refiriendo a la fuente de toda tecnología, de toda ciencia y de toda filosofía: la inteligencia humana. Tal falta de interés en su naturaleza, su función y su desarrollo no parece, en si misma, una conducta inteligente. (3)
Pues bien ¿de qué trata? ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo comprobar su presencia (o ausencia)?
Hofstadter (4) dice: es la capacidad de "sintetizar nuevos conceptos sobre la base de conceptos viejos que se toman y se reacomodan de nuevas maneras".
¡Suena bien! esto de "sintetizar conceptos". Si se pueden sintetizar nuevos materiales ¿por qué no puede aplicarse la misma metodología con las ideas?
Es formidable... pero, ¿en qué consiste la operación de "sintetizar"?
Supongo que no será repetirlos con otras palabras; ni parafrasearlos utilizando metáforas más o menos académicas. A poco de andar me queda la sensación que se ha desplazado el problema de la "inteligencia" a la cuestión de la "síntesis". En química puede tener un sentido muy claro, pero en la vida cotidiana no; ni en la pedagogía o en cualquier ciencia que trate de la conducta humana.
Resulta fascinante tratar de entender que hace una persona cuando se comporta inteligentemente. Ella trata, evidentemente, con conceptos; pero algo hace con ellos que los convierte en otra cosa ¿qué es lo que hace?
Decir que sintetiza, no es decir mucho (sobre todo cuando se lo interpreta malamente como "resumir").
Algunos afirman que ser inteligente es "darse-cuenta" ¿tiene la inteligencia que ver con la conciencia, con el percatarse?
Me parece que no. Que son cosas diferentes. Una persona es inteligente y puede no ser consciente de ello; o incluso pensar que no lo es. Hasta podría decirse ¡paradoja! que una persona verdaderamente inteligente siempre abriga serias dudas sobre su inteligencia. Se da cuenta que de lo mucho que no comprende. Que hay demasiada niebla en su cerebro. Algo de lo cual los tontos no tienen la menor idea. Me atrevo a afirmar que dudar de la propia inteligencia es un síntoma inequívoco de tener algo más que el promedio. En España, por lo menos, poca gente duda de ello. Es probable que el improvisado test diera iguales resultados en otros países avanzados.
Además, y para colmo, el "darse-cuenta" no es un fenómeno fácil de describir... es una sensación-emoción. Cómo cuando se "sueña" y uno "siente" que algo terrible está pasando auque las imágenes que acompañan al sueño sean, en si mismas, poco interesantes. Incluso la gente que toma cierto alucinógenos puede sentir que su consciencia "se expande" y sin embargo no por ello se obtienen conclusiones más inteligentes que en el estado de normalidad.
He recogido confesiones de personas que sentían que estaban pensando o imaginando algo verdaderamente sensacional y para que no se escapara totalmente tomaron breves apuntes (o esbozos, en el caso de imágenes). Una vez vueltos a la realidad habitual estos rápidos esquemas no decían nada especial. La magia se había evaporado.
Otros autores observan que "inteligencia" es la "capacidad de adaptarse a circunstancias cambiantes e imprevisibles".
Todas las definiciones convencen en los primeros segundos. Al fin de cuentas se basan en alguna clase de observaciones; pero pocas resisten el embate de un análisis a fondo. En este caso el contra ejemplo viene de la distinción entre la habilidad para sobrevivir y prosperar y la capacidad de comprender conexiones y estructuras abstractas. Una persona puede ser hábil en la segunda y resultar un pésimo elemento social. La historia de la ciencia, del arte y del pensamiento está cargada de casos de personas que pueden recibir el calificativo de inteligentes... y que fueron un fiasco en la gestión de su vida privada.
Sin descartar completamente lo anterior, (porque no se trata de eliminar ninguna intuición aunque no sea completa), me detengo en otra afirmación de Hofstadter en su libro ya citado: la conducta inteligente se caracteriza por "hallar sentido en mensajes ambiguos contradictorios" (5) .
"¿Satisfecho, de una vez?" Podría alguien preguntar. "Pues no", sería la respuesta luego de una breve reflexión. Ya debe Ud. saber que una definición no es una proposición sino una descripción. Si es buena es una descripción precisa que permite encontrar el fenómeno o la cualidad definido. Si es mala no sirve para encontrar nada... o lo que es peor, encuentra demasiado.
Una mesa no debería definirse como "algo con cuatro patas". Demasiado general; hasta las vacas formarían parte de este conjunto, y, en cambio, las mesas con una pie (central), no lo serían. No es una buena definición.
¿Que pasa con la inteligencia y la definición anterior? Pues que todo el mundo es capaz de "hallar sentido en mensajes" poco claros. Es fácil diseñar un experimento para probarlo. Se han hecho muchas experiencias psicológicas en laboratorio y siempre demuestran lo mismo: no soportamos la ambigüedad mucho tiempo. Cuando hay un mensaje o una señal aparentemente
inexplicable... al cabo de un rato el sujeto experimental termina encontrándole un sentido (aun cuando se haya programado cuidadosamente al azar para que no lo tenga).
Un ateo o un escéptico ve en esta facultad humana de encontrar "sentido" a los fenómenos la razón de la cosmovisión religiosa: frente a la variedad de los fenómenos naturales con su abrumadora oscuridad causal... el ser humano asigna rápidamente el fenómeno a la maniobra de un Dios invisible. No podemos congelar las interpretaciones posibles hasta tener más información; es un esfuerzo sobrehumano que sólo un científico entrenado puede permitirse
(6).
La salida más natural y más espontánea consiste en encontrar un significado con los elementos que tenemos a mano (o que podemos imaginar, según nuestra inteligencia).
En realidad la discusión anterior no niega que esta facultad (la de encontrar sentido en mensajes ambiguos) sea "inteligencia". Sólo concluimos que es muy común... ¿y bien? me pregunto, "¿no es justamente una facultad muy humana y muy distribuida la que estamos buscando?". Además, tiene otra ventaja, coincide con la observación cotidiana de que las personas inteligentes suelen tener una imaginación viva que acostumbra establecer conexiones entre cosas y hechos aparentemente muy alejados. Para encontrar "sentido" en mensajes ambiguos se necesita, a veces, más que saltar de un tema a otro, dar "hiper-saltos".
Pero la cuestión crucial consiste en intentar discriminar, desde el punto de vista de su "calidad", entre diferentes "versiones" inteligentes. No es lo mismo leer en un fenómeno la presencia fantasmal de un espíritu, que interpretarlo como un caso particular de una ley general. Con otras palabras: no es igual pensar que las cosas caen porque tienen "la propiedad" de la "pesantez" (una propiedad cuya existencia se creía en la edad media) que afirmar que las cosas caen por efecto de la "ley de gravedad".
Si toda interpretación señala la presencia de un poco de inteligencia, hay interpretaciones que indican que hay algo más que "un poquito". El problema clave está en la medición ¿cómo diferenciar cuando hay poca de cuando hay mucha inteligencia? Y el otro aspecto dificultoso radica la calidad de la interpretación: no es lo mismo establecer conexiones que expliquen un
mensaje ambiguo pero que valen sólo para ese mensaje que inventar una ley válida para toda la clase de fenómenos similares a la del mensaje estudiado.
¿No habrá alguna pista por el lado de las percepciones? Una persona inteligente "ve" cosas que otra gente, un poco menos dotada, no puede ver.
Busquemos, entonces, por ese lado.
Carlos Salinas <ddt@iponet.es>
<http://usuarios.iponet.es
Octubre 97
Este texto es elaboración personal pero tiene su deuda con los mensajes intercambiados en el área de Inteligencia Artificial de la red FIDONET, durante los meses de noviembre y diciembre de 1994.
Notas Bibliográficas:
(1) Dashiell Hammett, en Los Angeles Times", el 7-1-59.
(2) "En el verano de 1979, durante una reunión del Club de Roma en Salzburgo, Austria, un hombre se dirigió al conjunto de empresarios, expertos y magos de las finanzas allí reunidos para hablarles del tema de la "inteligencia humana". Este hombre era el profesor Luis Alberto Machado, quien, desde hacía cuatro meses, era ministro para el Desarrollo de la Inteligencia, del Gobierno de la República de Venezuela." "Willem Oltmans.
En el libro Sobre la inteligencia humana del mismo autor, Editorial Santillana, Colección Aula XXI, Madrid, 1983.
(3) Como anécdota puedo referir que hace unos 10 años, aproximadamente, le sugería a un concejal de un ayuntamiento cercano a Barcelona que el municipio hiciera un estudio serio para aprovechar los superdotados (o de alto c.i.) que estudiaban en la escuela pública (a semejanza de lo que ya se estaba haciendo con éxito en Israel). Me preguntó si tenía idea de cuantos
habría. Yo le respondí que no, por lo que el estudio debería empezar por concebir los instrumentos adecuados para localizarlos y observar si las condiciones en que se desenvolvían eran adecuadas para su desarrollo. Noté, por la forma en que me miraba, que dudaba de mi salud mental. Preferí cambiar de tema para que mejorara su opinión sobre mí.
(4) Douglas R. Hofstadter - Gödel, Escher, Bach, Un eterno y Grácil Bucle- Tusquets Editores - Cuadernos Superinfimos 9 - [Lo de "superinfimos" suena a ironía, atendiendo al grosor, poco común, del volumen].
(5) Douglas R. Hofstadter. Ibídem.
(6) Acordarse de Sherlock Holmes y su negativa a "suponer y elaborar hipótesis" antes de tener en sus manos toda la información posible.
(7) Edward De Bono - Yo tengo razón; Tu estás equivocado - Edic. B. Barcelona, 1992
(8) Ferrater Mora - Diccionario de Filosofía - Editorial Sudamericana. 5a. Edic. Bs.As. 1965
(9) Denis Postle - El Universo de la mente - Plaza y Janes
(10) Nueva Enciclopedia Larousse
(11) J.A.Calle Guglieri - Sistema nervioso y sistemas de información Pirámide. Ediciones Neurociencia. Madrid, 1977.
(12) Lo cual no es totalmente cierto. Cuando un programa se complica lo suficiente empiezan a suceder cosas raras. Cosas que no estaban previstas en las condiciones iniciales. Esta posibilidad de funcionamiento "caótico" es fecunda... y peligrosa.
(13) El estudio de estructuras comunes a fenómenos diversos recibe el estimulante nombre de "isomorfismos". Vease sobre este tema el citado libro de Douglas R. Hofstadter.