Deseo presentar un testimonio del apoyo que nosotros, niños sobrevivientes del Holocausto, hemos recibido de personas especiales; en este caso en particular, me refiero a Irena Sendler, cuya amistad me honra.
Conocí a Irena Sendler en Varsovia en el año 1999 durante mi visita a esa ciudad en la que desarrollo una labor de rescate de la historia de los judíos de este país. La conocí gracias a mi gran amiga, Bieta Ficowska, una gran líder de la comunidad judía en Polonia actual, quien fue sacada del gueto de Varsovia por Irena. Ni los padres de Bieta ni ninguno de sus familiares sobrevivieron la guerra, y ella fue criada como una hija por una de las colaboradores de Irena en esta misión de rescate. Casi de inmediato Irena me incluyó en su reducido círculo de amistades.
El núcleo familiar de Irena, bastante pequeño a su edad actual de 92 años, incluye a una hija soltera y una nieta de quince años de un hijo ya fallecido.
Al conocerla no sospechaba yo que muy pronto iba a ser testigo de una historia fascinante relacionada con la vida de Irena que se desarrolló ante mis propios ojos.
La historia de Irena Sendler permaneció en la oscuridad por mas de sesenta años. En septiembre de 1999 presencié la llegada a Varsovia de tres alumnas de la escuela secundaria de Uniontown, en el estado de Kansas, acompañadas de su profesor de Ciencias Sociales, Norman Conard. Las alumnas, Elizabeth Cambers, Megan Steward y Sabrina Coons, fueron recibidas a su llegada por los medios de comunicación polacos con gran entusiasmo y curiosidad. Por varios días estas jóvenes fueron noticia de primera plana, gracias a la difusión de la historia de Irena a lo largo de Estados Unidos.
Deseo contar brevemente la extraordinaria historia de estas alumnas quienes, motivadas por su profesor, decidieron participar en el concurso de historia promovido anualmente en Kansas. Las jóvenes encontraron en una vieja revista de 1994 la mención de una mujer que rescató del gueto de Varsovia a 2.500 niños. Estas alumnas se impresionaron con la valentía y la labor realizada por Irena y decidieron buscar por todos los medios disponibles la información sobre este hecho. Habían contactado a Yad Vashem en Jerusalén, al Museo de Holocausto en Washington y a la Fundación para los Justos entre las Naciones, en Nueva York, entrando en el concurso con una obra de teatro, Vida en un frasco.
La historia se inicia en septiembre del año 1939, cuando Polonia es invadida por los nazis. Irena Sendler tenía en esta época 29 años y trabajaba pare el Seguro Social de Varsovia, atendiendo a la población más marginal, entre ellos muchos judíos.
Su padre, médico, quien falleció de tifus cuando ella tenía siete años, le inculcó el mensaje: "Ayudar al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad, es una necesidad que sale del corazón", comenta a menudo Irena Sendler. Ella y sus diez colaboradoras del mismo departamento del Seguro Social inmediatamente procedieron a ayudar a la población judía, la más necesitada. En la fecha posterior, en 1942, se asociaron con la organización Zegota, fundada por un grupo de cristianos y algunos judíos, entre ellos Adolfo Berman, psicólogo, con el fin de brindar ayuda a los judíos.
Desde el momento de la apertura del gueto de Varsovia, el equipo de Irena inició la labor de convencer a los padres judíos de que dejaran que se sacara a sus hijos pequeños del gueto, ofreciéndoles de esta manera una oportunidad para sobrevivir.
Los niños más pequeños eran sedados y sacados en sacos de papas o de basura en camiones manejados por los choferes que colaboraban con la causa, y que podían entrar y salir del gueto. Los más grandes fueron sacados a través de los sótanos que comunicaban el gueto con la parte externa. A los niños les enseñaban las plegarias cristianas y a no mencionar su nombre ni origen.
Luego los niños fueron colocados en diversos orfelinatos en los conventos, la gran mayoría con familias católicas deseosas de participar en este proyecto de rescate.
El dinero para la manutención de estos niños que vivían con las familias provenía de las organizaciones en Londres y Nueva York y fueron transmitidos por medio de Zegota.
Irena anotaba escrupulosamente en un papel muy fino el nombre original de cada niño, su nuevo nombre cristiano, y el lugar adonde había sido destinado. Estos papelitos los colocaba en frascos de vidrio, los cuales, bien cerrados, fueron colocados por ella en el jardín de unos amigos y compañeros de lucha, bajo un árbol frutal.
Irena soñaba con que, una vez finalizada la guerra, los niños podrían ser identificados y reunidos con sus familiares. Desgraciadamente esto ocurrió en muy pocos casos...
Los nazis, sospechando de esta labor de Irena, la apresaron y la colocaron en una terrible prisión de Pawiak, en Varsovia, donde la torturaron para que delatara a la organización. Irena aguantó, aunque le fracturaron las piernas, dejándola con grandes impedimentos físicos para el resto de su vida. Irena había ido allá condenada a muerte, pero la organización Zegota la salvó pagándole un gran soborno a un guardia alemán. La rescataron con un documento que acreditaba su muerte en prisión. En una de tantas visitas que le hago, Irena recuerda este incidente y dice con una suave sonrisa maliciosa: "Después de este incidente pude trabajar algún tiempo más tranquilamente: los alemanes no perseguían a los fantasmas".
Una vez liberada Polonia, en 1945, Irena desenterró los frascos y cuidadosamente preparó la lista de los niños. El número era asombroso, llegaba a 2.500. La lista fue entregada a Adolfo Berman, del Instituto Histórico Judío en Varsovia, quien la llevaría a Israel.
El encuentro de las alumnas con su heroína Irena en Varsovia fue muy conmovedor y la obra de teatro Vida en un frasco fue presentada por ellas en diversos lugares, incluyendo el monumento dedicado a los héroes del levantamiento del gueto de Varsovia.
El viaje de estas alumnas y de su profesor a Polonia fue posible gracias a la generosidad de la gran comunidad judía de Kansas City. Aquí se realizó una de las primeras presentaciones de la obra con la asistencia de más de tres mil miembros de esta comunidad. A raíz de este evento, las alumnas y la nieta de Irena Sendlerowa fueron becadas por un miembro de la comunidad de Kansas para que pudieran estudiar en la universidad de su preferencia.
Desde la primera presentación hasta la fecha, mas de cien escenificaciones de la obra han sido patrocinadas por diversas instituciones en Estados Unidos y Canadá. Hay una gran lista de espera y las nuevas peticiones serán atendidas solamente dentro de un año. El grupo original de las "actrices" cursa estudios universitarios, pero éstas fueron reemplazadas por nuevo grupo de jóvenes, la obra fue ampliada, y hay cada vez más alumnos involucrados en este proyecto.
El website del colegio de Uniontown recibe un sinnúmero de e-mails de personas que admiran este proyecto. Las jóvenes de Kansas hicieron que el mundo desenterrara del olvido a una gran heroína de la Segunda Guerra Mundial. Irena fue una de las primeras receptoras de la medalla a los Justos entre las Naciones que otorga Yad Vashem por haber ayudado a los judíos durante la guerra; sin embargo, ahora le está lloviendo toda clase de condecoraciones de diversas partes del mundo. La más reciente fue la mayor condecoración otorgada por el Gobierno polaco a sus hijos más ilustres, el Aguila Blanca. Otra merecida condecoración fue otorgada a Irena en Washington por la muy prestigiosa fundación a nombre de Jan Vorslci. Este había visitado el gueto de Varsovia y logrado una audiencia personal con Churchill y con Roosevelt para informarlos de la trágica realidad, en la cual nadie quiso creer en aquel entonces.
Estoy sentada en la habitación de Irena, en un cuarto soleado y cómodo de un ancianato dirigido por los padres bonifratos, en el corazón de vieja Varsovia. Es día de su santo y unas pocas amigas, todas sobrevivientes, fuimos a visitarla. Las paredes de su habitación están adornadas con las fotos de su familia y de las "niñas de su corazón", como Irena llama a las chicas de Kansas.
"No soy ninguna heroína", comenta Irena, "solamente cumplí con mi deber, y lo que más lamento que ninguna de mis compañeras esté viva para presenciar cómo se nos está honrando".
Dice Irena: "No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un círculo de bondades, éstas las rodearán y las harán crecer más y más. Es el mensaje de esta hermosa figura para todos nosotros".
Es mi última visita en el año 2003, y el frío de otoño me recuerda que ya es tiempo de regresar. Me encuentro esta vez a solas con Irena y comentamos que el hecho de que estas jóvenes de Kansas, sin haber tenido ningún contacto con el judaísmo, sientan el drama del Holocausto como propio, nos da esperanzas de que la nobleza y la bondad estén presentes para luchar y vencer.
Nos despedimos con lágrimas en los ojos.
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Elizabeth Mundlak El "Ángel del Gueto de Varsovia" candidata al Nobel de la Paz La Organización de Sobrevivientes del Holocausto residentes en Israel se ha unido al Gobierno de Polonia en la promoción de Irena Sendler para el premio Nobel de la Paz. La iniciativa pertenece al presidente Lech Kaczynski y cuenta con el apoyo oficial del Estado de Israel a través de su Primer Ministro, Ehud Olmert. Las autoridades de Auschwitz han expresado su apoyo a esta nominación ya que consideran que Irena Sendler es uno de los últimos héroes de la generación de nuestros padres y abuelos, una generación que ha demostrado una fuerza, una convicción y un coraje extraordinarios frente a un mal de una naturaleza extraordinaria. El ganador del premio se anuncia tradicionalmente a mediados de octubre y la ceremonia de entrega se realiza invariablemente el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, el industrial sueco Alfred Nobel. El Comité sólo puede conceder esta distincióna personas vivas. Irena Sendler cumplió 97 años el 15 de febrero.
La madre de los niños del Holocausto "La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad", cuenta Irena Sendler quien salvó a 2.500 niños del Gueto de Varsovia.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad, allí trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que sumaron la entrega de ropa, medicinas y dinero.
En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia e Irene horrorizada por las condiciones en que se vivía allí se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota. Ella misma nos cuenta: "Conseguí, para mí y mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto."
Cuando Irena caminaba por las calles del Gueto, llevaba un brazalete con la Estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del Gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos y ellos le preguntaban: "¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?". ¿Qué se podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto? Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él. Las madres y las abuelas eran muy reticentes a entregar a sus chiquitos, algo absolutamente comprensible pero que fue muy terrible para todos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.
A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del Gueto en el verano del 42, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: bolsas de arpillera, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, bolsas de papas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.
Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos chiquitos. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.
Los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la infame prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja encontró una estampita ajada de Jesús Misericordioso con la leyenda: "Jesús, en vos confío", la conservó consigo hasta el año 1979, momento en que se la obsequió a Juan Pablo II.
Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le quebraron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Fue sentenciada a muerte. Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un "interrogatorio adicional". Al salir, le gritó en polaco "¡Corra!" Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes. Irena continuó trabajando con una identidad falsa.
En 1944, durante el Levantamiento de Varsovia, colocó sus listas en dos frascos de vidrio y los enterró en el jardín de su vecina para asegurarse que de llegarían a las manos indicadas si ella moría. Al finalizar la guerra, Irena misma los desenterró y le entregó las notas al Doctor Adolfo Berman, el primer presidente del Comité de salvamento de los judíos sobrevivientes. Lamentablemente la mayor parte de las familias de los niños había muerto en los campos de concentración nazis. En un principio los chicos que no tenían una familia adoptiva fueron cuidados en diferentes orfanatos y poco a poco se los envió a Palestina. Los niños sólo conocían a Irena sólo por su nombre clave "Jolanta". Pero años más tarde cuando su foto salió en un periódico luego de ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra, un hombre, un pintor, la llamó por teléfono y le dijo: "Recuerdo su cara. usted es quien me sacó del Gueto." Y así comenzó a recibir muchos llamados y reconocimientos.
En 1965 la organización Yad Vashem en Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las Naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel. En noviembre de 2003 el Presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Orden del Águila Blanca. Irena fue acompañada por sus familiares y por Elzbieta Ficowska, una de las niñas salvadas, "la niña de la cuchara de plata", pero esta es otra historia.
Lic. Claudia Stefanetti Kojrowicz |