
A mediados del siglo XIX se dedicó a hacer giras de conciertos por toda Europa con un éxito memorable. Fue en uno de estos recitales cuando dio muestras de un fino chispazo de humor y mala uva, a partes iguales, frente al mismo zar ruso. Vamos, una de esas pullitas que dan gloria a un hombre y a su nombre.
El caso es que el zar no hacía más que charlar y charlar con uno de sus cortesanos durante el concierto. De repente, Liszt paró la música dejando a todos asombrados. El zar le preguntó: “¿Por qué habéis dejado de tocar?”. El músico replicó con tranquilidad: “Cuando Su Majestad Imperial habla, todo el mundo debe callarse”.
Con dos… palabras dejó al zar en evidencia y mostró su disgusto, sin ser lo uno humillante del todo para el jefe imperial ni lo otro tan notorio que causará una situación violenta.