A mi siempre me gusto Cacho y seguire leyendo lo que publique , en cuanto a su explicacion de lo del Confidencial ... pues como en todo ... "de DINERO Y SANTIDAD, la mitad de la mitad" y evidentemente "cada uno cuenta la feria como le ha ido", por lo tanto seguro que los dos tienen razones poderosas ( para ellos) para lo que dicen, por eso mejor no meterse , ni siquiera, a ver quien TIENE MAS RAZON -
El pasado 3 de marzo, mi todavía socio y antiguo amigo José Antonio Sánchez, en uso de sus facultades como consejero delegado de Titania Compañía Editorial, me hizo entrega de una carta con mi cese como director de El Confidencial. En dicha carta, mal escrita como es norma de la casa, me ofrecía quedarme en El Confi comiendo de la sopa boba, con mi sueldo y demás emolumentos íntegros hasta el día del juicio final, si esa fuera mi voluntad, supongo que para acallar su mala conciencia y tal vez comprar mi silencio. Le dije que mi padre, un modesto agricultor de Tierra de Campos a quien él conoció, me enseñó desde pequeño a vivir como viven los hombres libres: de su trabajo y con la cabeza alta.
Naturalmente abandoné al instante el Confidencial. Tras meses de dura brega y cuando acaba de ver la luz VOZPOPULI, el nuevo diario digital que dirijo, considero una obligación moral dar cuenta a mis lectores, y también a los del Confi, de las circunstancias que condujeron a romper el guión de un medio de comunicación hoy descabezado y sometido al albur de un par de oportunistas sin escrúpulos. Repito, se trata de una obligación moral contar lo que allí pasó. Los que exigimos transparencia a los poderes públicos, debemos ser también transparentes a la hora de explicar nuestras conductas. Lo haré, bien es cierto, por una única y exclusiva vez, porque no volveré a tocar las cuestiones que a continuación se tratan.
Es una evidencia que El Confidencial, bajo mi dirección hasta marzo pasado, se ha convertido en un éxito periodístico incuestionable, con una notable capacidad de influencia perceptible sobre todo en el mundo económico-financiero español. Hablamos del primer medio independiente en internet, no ligado a ningún gran grupo mediático. No se puede decir lo mismo, sin embargo, de la sociedad editora, Titania, que sigue siendo un pigmeo desde el punto de vista empresarial, con una facturación que apenas supera los 4 millones de euros. Éxito periodístico y miseria empresarial conviven, pues, en El Confidencial, componiendo una muy llamativa diacronía.
Tal disparidad, al margen de cuestiones que tienen que ver con el desarrollo de la red en España y el comportamiento de la publicidad, es consecuencia en gran medida del déficit de gestión que viene padeciendo el proyecto desde su fundación, déficit atribuible al escaso nivel de preparación del ya citado José Antonio Sánchez, alias Totoyo (en la actualidad acapara la presidencia y la consejería delegada de Titania), para el desempeño de las labores gerenciales que tiene asignadas –gracias al empeño personal mío en 2001, ironías del destino, en que así fuera- desde el segundo año de vida del diario.
Y es en esa disparidad entre éxito periodístico y fracaso gerencial en la que hay que inscribir la llegada al Confidencial de Alberto Artero, alias McCoy, un analista del Deutsche Bank (donde gestionaba la SICAV en la queTotoyo y Juan Perea, responsable en su día de aquel negocio con ribetes de estafa que fue Terra, colocaron el pelotazo producto de las stock options de la Telefónica de Juan Villalonga), al que hace unos tres años fichamos para escribir una columna de mercados. Su llegada vino enseguida a representar una especie de salvavidas para Sánchez: Artero estaba llamado a suplir las lagunas que como gestor atenazan al citado Totoyo.
Artero, a quien le cumple a la perfección la definición que el diccionario deMaría Moliner otorga al término (“Hábil o astuto. Taimado. Se aplica al que causa daño a otros con engaño o hipocresía”), se reveló como un intrigante que pronto descubrió la potencialidad a futuro de un medio de comunicación como el Confi. Pocas dudas caben sobre la estrategia desplegada casi desde el momento de su aparición en escena: romper el vínculo societario y de amistad existente entre Cacho y Sánchez, con las intenciones que son de imaginar. Su éxito, de momento, parece incuestionable.
En efecto, el primer gran desencuentro entre ambos se produjo a finales del otoño de 2009, cuando el aludido anunció por sorpresa haber recibido una oferta de los responsables de Unidad Editorial para hacerse cargo del área económica del grupo (incluido el diario Expansión), a cambio a algo así como 300.000 euros anuales. Pedro J. Ramírez me ha aclarado en fecha reciente que no hubo tal: “Lo tuvimos aquí para sondearle, sí, pero nada más. A los 10 minutos me di cuenta de que estábamos ante un tipo sumamente ambicioso”). Picamos el anzuelo. Porque tanto Sánchez como yo mismo, sin sospechar el engaño, decidimos retenerlo, aun sabiendo que tendríamos que mejorar su caché. Básicamente por una cuestión de imagen del Confi. Di entonces mi v/b para que aquél, como gerente, negociara la mejora salarial que juzgara oportuna.
Pero llegados a la reunión del Consejo, febrero de 2010, que debía sancionar las nuevas condiciones ofrecidas al sujeto, me encontré con la sorpresa de que, al margen de las mejoras estrictamente salariales, Sánchez se había comprometido a entregar al susodicho el 5% del capital social, lo cual suponía la dilución de los socios en el porcentaje correspondiente. Primera noticia. Y con toda lógica me negué en redondo a aprobar eso y pedí un periodo de reflexión, decisión del todo legítima en defensa de mi magro patrimonio y de mis años de trabajo en el Confi.
Sánchez y sus amigos
Gran crisis y principio del fin. Ahí comenzó mi socio a maquinar la operación que habría de darle el control de la mayoría del capital de Titania, contando para ello con el 10% del citado Perea (un proyecto frustrado como hombre desde que se hiciera rico en Terra), y el 14% adicional de otros dos tipos sin el menor interés. Es obvio que el afecto que durante años me unió a Sánchez había desaparecido hacía tiempo. Cuando uno abandona las reuniones más o menos importantes a las que, como socio fundador, era obligado acudir en su compañía dominado por un sentimiento de vergüenza ajena, es que ya no está dispuesto a otorgarle el beneficio del perdón que fluye de la amistad sin condiciones. Seguíamos unidos, no obstante, por el cordón umbilical de los intereses comunes en el Confi.
La crisis consiguiente terminó cuando, abocados a junta general (fijada para el 23 de marzo de 2010), me plegué a los deseos de mi socio, que apeló in extremis a los intensos años de amistad compartida, es decir, a los sentimientos. Sacrifiqué mis argumentos y cedí. Cedí al 100% y sin contrapartida. Y lo hice para evitar el escándalo y salvar el proyecto de El Confidencial. Es obvio que me equivoqué.
Sabiendo, no obstante, que el caché de Artero era indefendible en términos de empresa, me propuse, como director y fundador, rentabilizarlo en lo posible. Con una plantilla tan corta como la nuestra, obligada a ir siempre con la lengua fuera, ese dinero solo se podía justificar logrando que el sujeto saliera a la calle regularmente a buscar noticias. La presión que en este sentido he ejercido sobre él ha sido constante en estos meses. Pronto me di cuenta de que aquello era misión imposible. Ya después del verano de 2010, tras una de las sonoras broncas que tuvo que soportar de mi parte, el sujeto tuvo el cuajo de manifestarme que “yo no he venido a esta casa a hacer de periodista” (sic).
En efecto, no es periodista. Sus columnas diarias son el resultado de un rastreo de horas por la prensa económica internacional a través de internet y en un posterior “corta y pega” de los textos/ideas seleccionadas, procedimiento del que suele salir un refrito en general farragoso, porque los dioses tampoco le han llamado por la senda de la prosa fina. No es periodista, pero tampoco gestor. Y bien, ¿cómo justificar entonces la pasta que gana en el Confi? Mi argumento fue siempre el mismo: con ese dinero era posible fichar a 3/4 periodistas de prestigio, capaces de aliviar la presión sobre la plantilla y mejorar la calidad del producto. La respuesta del inefable presidente y consejero delegado de Titania fue siempre la misma: “este tío no se va de aquí por mis cojones”.
Tal apelación a la testosterona tenía y tiene una explicación obvia para quienes conocemos bien su proverbial cobardía: Artero se ha convertido para Sánchez en un “mandao” en quien subrogar el trabajo sucio de llamar a la puerta de las empresas pidiendo publicidad. A eso se dedica ahora el sujeto: a escribir su columna diaria y a pasar por los despachos cuya gestión alaba o critica como “cobrador del frac”. Él entiende que no hay impedimento moral alguno en el hecho de tener un pie en la trinchera del periodismo y otro en la del recaudador de impuestos. Y si hay pecado, se limpia con la confesión. Cercano a los Legionarios de Cristo, el aludido suele salpimentar sus columnas con recomendaciones sobre la fidelidad en el matrimonio (reglas de uso), la defensa de la jerarquía católica frente al Gobierno Zapatero o la infalibilidad del Papa. Instructivo.
De edades y de talentos
Naturalmente que este sujeto, un bluf como periodista cuyo objetivo no es otro que servirse del Confi para sus business, es apenas una anécdota en mi dilatada carrera profesional. El responsable de la fechoría de que he sido objeto es Sánchez, un sujeto a quien yo salvé literalmente la vida en varias ocasiones a lo largo de más de 20 años. Sánchez y sus celos. En efecto, desde que el éxito periodístico del diario se hiciera evidente, mi presencia se había convertido en insoportable para la levedad del personaje: “¡Estoy hasta los cojones [siempre el mismo argumento] de oír hablar de El Confidencial de Cacho, como si yo no pintara nada en este proyecto…!” Mi suerte estaba echada desde el instante en que me anunció que se había hecho con el control del 57 y pico del capital (frente al 42% de mi paquete y el de Pedro Pérez). Totoyo, convertido en todo un hombrecito después de su freudiano “matar al padre”, gallea ahora por la redacción sacando pecho y prometiendo a grandes voces hacer rico hasta al apuntador. El bufón de Villalonga ha terminado convertido en un payaso.
Siempre pensé que el Confi era mi casa, y tan seguro estaba de ello que nunca creí necesaria la firma de un pacto de accionistas, o de un simple contrato de dirección. Nada de nada. La ficción estalló en mil pedazos el 3 de marzo pasado, con la carta de cese arriba aludida. Personalmente lo más duro fue explicar lo ocurrido a mi familia: “te lo advertimos”, fue el reproche general. En efecto, hacía mucho tiempo que me lo habían advertido, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
“Imprescindible relevo generacional”, decía la burda explicación que los nuevos amos ofrecieron el mismo día a los lectores del diario. Me encuentro ya, en efecto, en los magníficos sesenta y en plenitud de facultades. Tú, Sánchez, eres mucho más joven. En realidad eres casi un niño porque, aunque ya estás en la cincuentena, siempre serás el Totoyo, el chico que traía los cafés en Diario 16, un charlatán simpático que ni siquiera hizo Periodismo, necesitado siempre de una mano amiga para transitar por la vida porque te morirás siendo un ignorante. A todos los que te han ayudado, unos cuantos, has dejado en la estacada; a todos has traicionado, porque en modo alguno se puede decir de ti aquello de que “de bien nacidos es ser agradecidos”.
Y poco más. Estoy convencido de que Titania, con su charlatán al frente, seguirá siendo una sociedad liliputiense capaz de encarnar la llamativa paradoja de editar un gran medio en internet. El Confidencial continuará, en efecto, siendo un diario de referencia en la Red, porque los redactores que forman su columna vertebral son buenos profesionales y conocen a la perfección su oficio. A todos, o casi, los fiché yo. Espero, por eso, ver pronto a los mejores trabajando en Vozpopuli.com.
El Confidencial: historia de una fechoría
Jesús Cacho
Nací hace bastantes años en un pueblo mínimo de Palencia, a medio camino entre Frómista y Carrión. Allí fui feliz a rabiar por los senderos de mi infancia y primera juventud. Luego la vida me llevó por derrotas insospechadas, cruzando mares y vadeando puertos, hasta recalar en la ensenada del periodismo madrileño, en alguno de cuyos garitos -El Mundo, El País, ABC- he tocado el piano. Me he cruzado con muy buena gente y con algún que otro hijo de puta. He cumplido mis sueños; he sido razonablemente feliz. Ahora aspiro a seguir contando historias desde el puente de algún barco perdido en el océano, mientras con mi sextante trato de tomar la altura de Sirius sobre la línea del horizonte, en ese leve instante en que se despide la noche y se anuncia un nuevo día. Naturalmente no sin antes haber dejado Vozpópuli navegando "full ahead".
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