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Extrañas desapariciones



Tras la I Guerra Mundial, Japón experimentó un período de calma y sus instituciones democráticas empezaban a adquirir un valor efectivo. Los más ilustres representantes de la "revolución Meiji" desaparecieron, dando paso a una moderna burguesía empresarial, mientras los militares veían disminuir su poder y prestigio.
Hacia 1930, las tensiones sociales y económicas afectaron dramáticamente a este país, al sufrir las consecuencias de la crisis mundial de 1929: gran cantidad de campesinos se vieron reducidos a la miseria y el desempleo se extendió por doquier, sin que las medidas ineficaces del Gobierno pudieran paliarlo. El gobierno del partido "Minseito" (de tendencia tolerante y liberal), difícilmente podía hacer frente a los disturbios obreros y campesinos, quedando indefenso ante los más exaltados nacionalistas, representados por el ejército y por sus oponentes del partido "Seiyukai" (tendencia autoritaria, y que representaba los intereses del "Mitsui", un gran trust industrial, con importantes negocios en China), que ante la falta de salidas para la economía reclamaban la reanudación de la política expansionista.
El viernes 18 de septiembre de 1931, el ejército nipón, tomando como pretexto un no bien aclarado atentado contra el ferrocarril manchú, ocuparía Mukden, reanudando la penetración japonesa en China e incumpliendo los acuerdos de Washington. En enero de 1932, la marina nipona atacó Shanghai, pese a la resistencia encarnizada de sus defensores, y el 18 de febrero, el ex emperador Pu-yi era proclamado jefe del Gobierno de la República Independiente del Manchukuo, bajo el control directo del ejército japonés.
Las tropas niponas, mientras tanto, y aprovechando la guerra entre comunistas y nacionalistas chinos, prosiguieron su campaña de expansión. Pero en diciembre de 1936, el generalísimo de los nacionalistas, Shiang Kai-shek, tras unos incidentes -un tanto confusos- aceptó una tregua con los comunistas, sancionada en febrero del siguiente año por el Kuomintang, y desde entonces ambos bandos dedicaron sus esfuerzos a contener la invasión.
La alianza entre los dos irreconciliables bandos indujo a los militares japoneses a adoptar contramedidas inmediatas, sirviéndoles de pretexto un incidente provocado el 7 de julio de 1937, en el puente de Marco Polo, cerca de Pekín, para reanudar las hostilidades. Los chinos combatieron valerosamente, pero el 28 Pekín caía en manos niponas, lo que ponía en peligro toda la China septentrional.
En octubre, Nanking cayó en manos de los japoneses, y la capitalidad de China debió ser trasladada a Chungking. El 10 de noviembre, un contingente de fuerzas regulares del Ejército chino, compuesto por unos 3000 hombres, al mando del coronel Li Fu Sien, que debía contener el avance enemigo, pareció evaporarse repentinamente. Sus aparatos de radio enmudecieron y en su campamento sólo se hallaron las armas y restos de hogueras; en ningún caso signos de combate. Los archivos japoneses no mencionan la captura de estos soldados ni haber mantenido ningún combate con ellos, y las familias de los desaparecidos jamás volvieron a tener noticias suyas.
Antes de formular cualquier atrevida hipótesis, recordemos que en cualquier ejército desmoralizado, y el chino lo era en grado superlativo, son frecuentes las deserciones; lo raro es que, pasado cierto tiempo, al menos una parte de estos presuntos prófugos, no se hubiera puesto en contacto con familiares y amigos. Tampoco debe descartarse una matanza, pero en casi todas suelen quedar supervivientes, y lo que es más curioso... ¡dejaron sus armas abandonadas!
Pero esto no es todo, aún dejamos otra consideración, y no la menor... ¿Cómo es posible que alrededor de 3000 hombres -oficiales, suboficiales y clases de tropa- se pusieran de acuerdo para "desaparecer", sin que hubiera alguno que no compartiese tal determinación?

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No sólo desaparecen personas, en mayores o menores cantidades, sin dejar rastros, sino también animales e incluso buques, aviones y automóviles, especialmente en ciertas partes del planeta, al parecer más susceptibles que otras para que se den en ellas tan extraños fenómenos. ¿Quién no ha oído, por ejemplo, hablar del "Triángulo de las Bermudas"?
Muchas desapariciones de seres humanos tienen explicación, aunque a menudo no sea grata: guerras, revoluciones, persecuciones políticas, secuestros, asesinatos, no faltando elementos a los que por una u otra causa les "convenga desaparecer", pero... hay algunos casos que verdaderamente -de ser ciertos- serían inquietantes.
El 22 de agosto de 1967, un joven de diecinueve años, B. B., desaparece en las cercanías de una playa de la pequeña localidad de Ausbury Park (New Jersey); se había ausentado unos momentos y en traje de baño (estaba acompañado por una amiga) para una cuestión rutinaria. Al percatarse de su desaparición, ésta avisa a la familia, que pone el asunto en manos de la policía, que no consigue aclarar nada.
El 24 de octubre, el joven B. B. es hallado en una parada de autobús de Newark (New Jersey, pero perteneciente al área metropolitana de Nueva York), sin dinero y vestido de forma extraña; interrogado por las autoridades, afirmó no recordar nada.
En mayo de 1968, un médico de Bahía Blanca (Argentina), el doctor Gerardo Vidal y su esposa, mientras circulaban por las afueras de la ciudad, se ven envueltos en una densa niebla y se desvanecen. Cuando vuelven en sí, se encuentran en un lugar que les es totalmente extraño, con los relojes parados y la carrocería de su automóvil maltratada, como si alguien se hubiera entretenido en rayarla. Cerca de aquel lugar ven un pueblo, se aproximan y para su estupor se encuentran en México, dos días después de aquel extraño desvanecimiento.
No pretendo dar una lección de geografía a nadie, pero realizar la proeza de recorrer miles de kilómetros por carreteras de hace 40 años, no siempre modélicas (fronteras y aduanas aparte) en tan breve plazo, es una proeza que no está ni al alcance del televisivo "Coche Fantástico".

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Terminaré con un conocido caso de "desaparición misteriosa", que en realidad no era tanto. Rudolph Diesel, inventor del motor que lleva su nombre, tras años de estudios y de pruebas, consiguió mover un vehículo en 1908 con óptimos resultados, por lo que decidió aplicar su invención al ferrocarril y a la naciente aviación.
Con la idea de vender al Gobierno inglés un motor lo suficientemente ligero como para ser aplicado a un avión, tomó el paquebote Dresden. Pero la noche del lunes 29 de septiembre de 1913 desaparecía, sin dejar rastro, en un mar en calma. Ninguno de los otros motores de aviación era mejor que el Diesel... Aun hoy en día no ha sido posible aclarar este misterio... Se especuló con el hecho de que los servicios secretos alemanes habían hecho desaparecer a Rudolph Diesel para evitar que proporcionara a Inglaterra algo que le hubiera dado una sensible ventaja en una eventual y próxima guerra. s2t2 -