El dueño de una granja tenía un caballo excepcional que había ganado varias carreras y realmente era valioso. Un día, el pobre caballo metió una pata en un agujero y se hirió. El veterinarío lo cuidó, pero dijo que ya no podría competir.
El dueño de la finca dejó en el establo al caballo, que le costaba inluso mantenerse en pie, mientras decidía que hacer con él.
El caballo estaba acostado cuando un cerdo se acercó y le dijo:
- Anímate, colega, vamos, ponte de pie; sé que lo puedes hacer porque antes te vi caer e incorporarte. ¡Venga!¡Arriba!.
El caballo gimió mientras se movía con mucho esfuerzo, pero el cerdo no desistía:
- Vamos amigo yo te ayudo - metiéndose por debajo de la tripa del caballo y empujándolo con el hocico - Vamos, sé que lo puedes hacer. ¡Venga! ¡Campeón! ¡Arriba! ¡Eso es! ¡ Que grande eres! ¡Sabía que lo conseguirías!.
Y tanto insistio el cerdo que finalmente el caballo se fue incorporando poco a poco, tambaleándose, ganando seguridad hasta que, finalmente, consiguió salir del establo, relinchando y galopando. El dueño de la granja al ver correr a su animal, empezó a dar saltos de alegría y a gritar a sus empleados:
- ¡Que maravilla!. ¡Mi caballo se curó solo!. ¡Esto se merece unas buenas chuletas!. ¡Matemos al cerdo para celebrarlo!.