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Entretenimiento: Aguantas más de 18 segundos...?



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A ver si aguantas más de 18 segundos!!!





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USS Recruit, un barco de guerra en el centro de Nueva York



En 1917, John Purroy Mitchel, alcalde de Nueva York y entusiasta partidario del apoyo a los Aliados en la Gran Guerra, estaba preocupado porque sus conciudadanos parecían no compartir su entusiasmo. De los 2.000 neoyorquinos que la Armada esperaba que se unieran a sus filas, apenas lo habían hecho unos 900. Mitchel, sin embargo, ideó un plan para solucionar esta situación, construir una réplica de un barco de guerra en pleno centro de Manhattan.
El USS Recruit durante su construcción

La Armada lo había intentado todo, desde desfiles, reuniones informativas o el patrocinio competiciones deportivas, hasta marchas de bandas musicales acompañadas de bonitas señoritas, pero nada parecía funcionar. Fue entonces cuando alguien pensó que las cosas podrían cambiar si los candidatos, antes de alistarse, pudieran hacerse una idea de c
ómo sería su vida a bordo de un barco de guerra.
Con ese objetivo en mente, el gobierno local decidió construir y colocar una réplica de un barco de guerra en un punto céntrico y bien comunicado de la ciudad, donde todos los jóvenes que pasaran cada día por allí pudieran verlo.

Entusiasmando, Mitchel no tardó en crear el “
Comité del alcalde para la defensa nacional”, que sería el encargado de reunir los fondos necesarios y contratar a dos arquitectos con experiencia en la construcción de barcos y en el mundo del teatro. El objetivo era construir una réplica a escala casi real que fuera atractiva a la vista de los que pasaran delante. La idea gustó a la Armada, que también se sumó al proyecto. La céntrica Union Square fue el lugar que se escogió para fondear el buque.
El día de su bautizo. Foto original en NavSource 

El USS Recruit, nombre con el que se bautizaría al barco, se construiría en madera a imagen y semejanza del USS Maine, aunque mediría menos, sólo 
60 metros de largo y 12 de ancho. Pese a todo, el barco era tan alto como un edificio de tres plantas y disponía de un par de mástiles de observación de 15 metros de altura y una chimenea ornamental de 6 metros por la que no salía humo.

El barco contaba con un reflector auténtico, luces para señales marítimas, anclas, escaleras y 
toda la parafernalia de los barcos de la época. Como armamento, tenía tres torretas con cañones de madera y un cañón para salvas, este real. En su interior había amplias salas de espera, así como otras dedicadas para exámenes médicos. También había camarotes para la tripulación, duchas, una sala de radio, una armería y una enfermería. Los periódicos de la época destacaban que estaba equipado con unos sistemas de calefacción y ventilación muy ponentes, “capaces de cambiar la temperatura 10 veces cada 60 minutos”.

El barco no sólo serviría como oficina de reclutamiento, sino que era totalmente 
válido para realizar ejercicios de entrenamiento. De hecho, la vida a bordo seguía la misma rutina que en cualquier otro barco de la Armada. Los marineros y marineras, unos 40, se levantaban a las seis de la mañana. Antes de la reglamentaria instrucción, fregaban la cubierta y lavaban su ropa. Después, un grupo formado por los marineros más experimentados dedicaba el resto del día a hacer guardias en cubierta y responder a las preguntas de los que visitaban el barco. Mientras, los demás se hacían cargo de tareas administrativas relacionadas con el reclutamiento.
Vista del barco anclado sobre el césped de Union Square. Foto original en NavSource

Era habitual tener visitantes a bordo. Unos eran jóvenes interesados en alistarse y otros simples ciudadanos que se apuntaban a las visitas guiadas que la Armada organizaba. Diariamente, además, se llevaban a cabo 
demostraciones del uso del material naval, lo que contribuía a dar una imagen de emoción y aventura al servicio en un buque de guerra.

Después de su bautizo, el 
Día de los Caídos de 1917, por parte de la mujer del alcalde, Olive Mitchel, el Recruit albergó una gran variedad de eventos y recepciones con la intención de atraer a los neoyorquinos a bordo. Algunos de estos actos tenían un macado espíritu patriótico, mientras que otros, como los bailes, tenían un carácter más social.

Durante su misión en Union Square, el “
barco de tierra” consiguió alcanzar con creces su objetivo, consiguiendo que más de 25.000 neoyorquinos se alistaran, 625 veces la tripulación de su padre, el USS Maine. El alcalde Mitchel, sin embargo, acabó perdiendo las elecciones municipales del año siguiente y, después de esta derrota, se alistó en el ejército del aire. Trágicamente, su carrera militar duró muy poco al morir ese mismo año en un accidente de avión mientras realizaba un vuelo de entrenamiento.
De camuflaje. Foto original en NavSource 

En 1920, acabada la guerra, las necesidades de marineros por parte de la Armada cayeron en picado y se decidió desmantelar el USS Recruit. El barco levantó su ancla rumbo al parque de atracciones de
Luna Park en Coney Island, donde la Armada tenía intención de seguir utilizándolo como oficina de reclutamiento. Según parece, el 16 de marzo de 1920 comenzaron los trabajos para la mudanza, sin embargo algo pasó, porque jamás llegó a su destino.

Enlace permanente a USS Recruit, un barco de guerra en el centro de Nueva York

+posts:
El Templo de Walhalla, el Partenón Germánico 
La casa encantada de los Winchester 
La casa en las nubes de Thorpeness 
El rayo de la muerte y su inventor 

+info:
USS Recruit (1917) in en.wikipedia.org
Battleship Photo Archive in NavSource
The Battleship That Invaded Union Square by Owen Gault
The “Recruit” –Our Only Land Battleship by Popular Science in Google books
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Últimas palabras antes de ser ejecutados



Con este post no pretendo ser grotesco o bizarro miserable, sólo mostrar cómo se “enfrentan” a la muerte los sentenciados a la pena capital.

Bueno, señores, están a punto de ver un Appel al horno” (George Appel,1928). Ejecutado en la silla eléctrica en Nueva York

“Voy a verme cara a cara con Jesús ahora. . . . Os quiero mucho a todos. Os veré cuando lleguéis. . . . Allí os espero” (Karla Faye Tucker Brown, 1998). Ejecutada por inyección en Texas.

“No me han dado mis espaguetis. Quiero que la prensa lo sepa” (Thomas J. Grasso, 1995). Ejecutado por inyección en Oklahoma.

“¿Qué tal esto para un titular del periódico de mañana? French fries” (patatas fritas) (James French, 1966). Ejecutado en la silla eléctrica en Oklahoma.

“Den un paso al frente, muchachos. Así será más fácil” (Erskine Childers, patriota irlandés, 1922). Ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

“Recuerden, la pena de muerte es un asesinato” (Robert Drew, 1994). Ejecutado por inyección en Texas.

“Señor, le ruego que me perdone” (después de pisar al verdugo) (María Antonieta, reina de Francia, 1793). Ejecutada en la guillotina

“Me gustaría dar las gracias a mi familia por quererme y cuidarme. Y el resto del mundo puede besarme el culo” (Johnny Frank Garrett, Sr.,1992). Ejecutado por inyección en Texas.

“Lo único que lamento no tener más que una vida que perder por mi país” (Nathan Hale, 1776). Primer espía estadounidense, se ofreció como voluntario para espiar a los británicos y fue ahorcado.
“Así es la vida” (Ned Kelly, bandido australiano, 1880). Ejecutado en la horca.

“Adiós” (John Thanos, 1994). Ejecutado por inyección en Maryland.
Y las dos mejores para el final, las dos pertenecen a Thomas Moro (decapitado en 1535):
Mientras subía al cadalso pidió ayuda al verdugo para subir y ante la duda de éste le dijo:
Tranquilo que para bajar no le molestaré.
Luego, al arrodillarse le dijo:
Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte
Fuente: Corsinet, Imagen: Punto Hispano
Últimas palabras antes de ser ejecutados escrito por Javier Sanz en: Historias de la Historia
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Entrevista FERRAN ADRIÀ - COCINERO


"El modelo económico que hemos elaborado en Europa es irracional". "El modelo económico que hemos elaborado en Europa es irracional" -








Paz Álvarez - Madrid - 16/08/2010
Sus colegas no tienen miras a la hora de definirle como el personaje más influyente de la cocina actual, el más imitado, el primero en su género. Sin embargo, Adrià resta valor a los premios y defiende a capa y espada los proyectos con talento e iniciativa, como su decisión de cerrar el restaurante El Bulli durante dos años, referencia de la vanguardia gastronómica mundial, para tomarse un respiro y pensar.
¿Cómo le afecta esta crisis?
Personalmente, estoy en una fase de no expansión, de recoger velas. Percibo cómo está afectando a mi alrededor, a mis amigos, y lo están pasando mal. No estamos viviendo buenos momentos, pero hay que seguir trabajando. Veo a mi hermano, Albert, que está al frente del bar de tapas Inopia en Barcelona, y no le está afectando. La gente sigue saliendo a cenar, pero ha cambiado de lugares. Con la crisis que tenemos, la gente prefiere salir a otros sitios más económicos. Hay un desvío de los 60 euros a los 20 o 25 euros que ahora se gasta la gente cuando sale a cenar o a comer.
¿Son las tapas la tabla de salvación del sector?
Las tapas son y serán una referencia, porque es una alternativa en la forma de comer, más informal, más rápida y más económica. Para la alta cocina, este momento que estamos pasando está siendo muy duro, aunque restaurantes caros, de 150 euros, hay pocos. El resto de los restaurantes no son de alta cocina, ha habido una proliferación de este tipo de locales en los últimos tiempos, en los que se cocina también muy bien. Dar de comer en un restaurante por menos de 50 euros es muy difícil, porque los precios de alquiler son muy altos, los alimentos y el servicio de los profesionales que lo atienden son caros. En Estados Unidos el precio medio son los 50 dólares, que aquí hemos bajado como negocio de calidad a los 20 y 35 euros. Se ha bajado el listón.
¿Es difícil que un restaurante sea rentable?
Si no tienes rotación de comensales, es muy difícil. Es fácil echar las cuentas: si tienes 70 cubiertos a 20 euros, te salen 1.400 euros al día. Con esos ingresos se va a sufrir. Hay un desconocimiento brutal de lo que son los números de un restaurante o de un bar.
¿Habrá una limpieza en el sector?
Ya se hizo en 1992, pero ahora va a haber una reconversión. Montar un negocio de este tipo no es fácil, es uno de los negocios más difíciles.
¿Cuál es su complejidad?
Para empezar, la relación laboral que se establece, ya que hay que trabajar mañana y noche. En cualquier otra disciplina no sucede, pero aquí la dedicación es plena. La inmigración ha sido vital para que el sector haya podido sobrevivir. Porque el modelo económico que hemos elaborado en Europa ha sido irracional. En Estados Unidos nos llevan una gran ventaja. Muchos restaurantes abren por el día o sólo por la noche. ¿Y cuánto cobra un camarero? En un buen restaurante pueden llegar a los 6.000 dólares. Nuestro gran reto es llegar a esa transición. En el mundo de la hostelería ya existe, la gente hace ocho horas seguidas de jornada laboral, pero en la restauración hay que hacer un gran cambio si queremos avanzar. Un país cuya principal industria es el turismo tiene que tener a los mejores profesionales. Los empresarios deben participar en su formación. Tenemos que buscar soluciones porque nos jugamos mucho.
Es usted un gran creativo; aporte alguna idea para mejorar el sector en su conjunto.
Hay muchas iniciativas que se pueden llevar a cabo. En noviembre voy a participar en un proyecto con mi hermano Albert en Barcelona, que presentaremos en breve, pero acabo de estar en La Moraga, el gastrobar de Dani García en Málaga, y es un sitio divertido e informal. Este tipo de lugares son los que van a salir adelante. A los extranjeros les gusta la gastronomía española y fuera no tenemos una gran representación de establecimientos con nuestra cocina. Francia ha exportado el bistró, Italia viaja con la trattoria, y nosotros tenemos que plantearnos con qué podemos salir. Debemos aplicar fórmulas internacionales. Por ejemplo, el sushi se puede hacer en cualquier sitio. Nuestro reto es que la tapa contemporánea pueda estar en Tokio, en Nueva York o en cualquier lugar. Tenemos que arrasar con las tapas.
Y en plena crisis, usted anuncia que cierra El Bulli durante dos años.
No lo cierro, lo transformo. El final de esta historia no estaba escrito así. Me voy a tomar dos años, quería estar un tiempo sin presión, no porque me guste, pero la especulación popular ha hecho que todo se acelere, he tenido que ir anunciando cosas de las que pensamos hacer.
¿Tiene claro cómo va a ser El Bulli a partir de 2014?
Ahora mismo, al estar dentro de un parque natural, estamos pidiendo permisos a la Administración para poder hacer el nuevo proyecto. Todo esto se ha agilizado y creo que va a ayudar a la zona. Va a ser un proyecto más importante que El Bulli desde el punto de vista socioeconómico. Va a ser un lugar único en el mundo, va crear expectación y la gente va a venir hasta Cala Montjoi para ver lo que hacemos.
¿Y qué van a hacer?
Un gran taller, donde trabajen becarios en proyectos únicos. Y cada noche se colgará en internet todo lo que hemos hecho durante el día. Además, en 2014, los traductores de internet serán casi perfectos. Que sea una fundación va a aportar valor a los pequeños empresarios. En el mes de noviembre anunciaremos más cosas. Se llamará El Bulli algo, ahora se llama El Bulli Restaurante.
¿Seguirá dando de comer?
Sí, claro, pero no como ahora, a lo mejor para grupos reducidos de los que quiera tener una opinión, o desayunos reducidos, o unas mesas reservadas para empresas. Todo esto se irá viendo.
¿Necesitaba ese cambio?
Al final estaba envuelto en una vorágine. Necesitaba seguir creando, haciendo cosas nuevas, teniendo un estímulo. Sabía lo que iba a pasar cada año. Ahora, tanto Juli se refiere a su inseparable socio, Juli Soler como yo estamos llenos de ilusión.
¿Ha cambiado su modo de vida a raíz de la crisis?
Llevo 25 años en un modelo de crisis. Hasta 1999 teníamos dificultades para llegar a fin de mes. Yo no tengo gustos caros. Me gusta viajar y comer, por eso mi vida no ha cambiado. No tengo coche y llevo una vida normal. Y si antes tenía algún extra, he prescindido de él, por respeto a la gente que de verdad lo está pasando mal. También es cierto que si no gastamos, no se regenera la economía. Tenemos que hacer muchas cosas, sobre todo los empresarios, porque no todo tiene que hacerlo el Gobierno. Lo que debe hacer la Administración es facilitar la burocracia para agilizar los trámites para crear empresas, eso es vital.
¿Sigue las noticias económicas?
Me gusta estar al día, participar de todo lo que ocurre en la sociedad. Estudié Economía y es mi gran hobby. Creo que el presupuesto de una pyme hay que manejarlo como si fuera el de una gran empresa. Con Juli controlamos los presupuestos de la empresa, es fundamental. Las pymes tienen un reto importante, como es tener mayor educación empresarial y control presupuestario.
¿Qué error se ha cometido para llegar a esta situación?
Se han juntado varias cosas, entre ellas el estallido del sector inmobiliario. La eclosión de los países emergentes, como China e India, también influye. Lo importante es invertir en las cosas en las que éramos fuertes. Ahora el sector de la alimentación, con todos los satélites, puede tirar de la economía. En turismo, que representa en España el 25% del PIB, somos líderes, nadie lo discute, pero es necesario invertir en el sector.
Es usted bastante optimista.
Es muy frívolo opinar de lo que se hace y criticarlo todo, pero creo que en España hace falta unión, un pacto de Estado global. Es muy complicado porque es necesario plantearse muchas cuestiones, como por ejemplo la financiación de los partidos. El modelo americano me parece mucho más transparente.
¿Cómo ve la situación de España a medio y largo plazo?
España tiene mucho talento para salir adelante. Lo que tenemos que hacer es aprender a arriesgar. En este sentido, los europeos tenemos que aprender de los americanos, que saben sacar partido de los errores. Aquí penalizamos las equivocaciones. En Estados Unidos todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Aquí hay un talento increíble, pero nos falla entender que todo lo que hacemos es un riesgo. La vida es arriesgar. Para mí lo más cómodo habría sido cerrar y vender. No tenemos necesidad de trabajar 15 horas los 365 días del año.

La pregunta

Si no fuera cocinero, ¿a qué se dedicaría?
Lo que no puedo cambiar no me preocupa lo más mínimo. Ni me lo planteo. Yo me siento muy satisfecho y muy agradecido de lo que he conseguido y de lo que me ha dado la vida. He sido un privilegiado, y cuando oigo quejarse a gente que lo tiene todo, me da vergüenza.
El día en que El Bulli fue elegido mejor restaurante del mundo se sentiría en la gloria.
Yo no he trabajado nunca para eso. Hacía mi trabajo, intentaba hacerlo lo mejor que sabía, creaba, pero no era consciente de las consecuencias que iba a tener. Eso es incontrolable.
Lo celebraría con una gran fiesta, por lo menos.
En El Bulli nunca hemos celebrado nada, nunca hemos hecho una fiesta. Ni cuando en 2003, el 10 de agosto, fuimos portada de The New York Times Magazine celebramos nada. Ese día me dijo Juli Soler que debíamos coger un avión para ir a comprar un ejemplar a Nueva York. Ocho años después no ha vuelto a salir un cocinero en la portada de esa publicación. Somos conscientes de que lo que hemos hecho ha tenido unas consecuencias brutales. No dejo de impresionarme de la repercusión que tiene lo que hacemos.
Hasta ahora todo han sido éxitos, ¿está preparado para la caída?
Estoy preparado, porque hemos hecho tantas cosas que jamás hubiéramos pensado, que nos sentimos recompensados por todo. Ahora, con la fundación, no sabemos qué va a pasar, cuánta gente va a pasar por aquí. Es como el Basque Culinary Center: cuando empezó hace diez años, nadie imaginaba que ahí iba a estar el grupo con más talento de la cocina mundial. ¿Quién me iba a decir a mí que en septiembre voy a ir a Harvard a dar un curso de cocina? Por todo ello, siento que la vida nos ha dado mucho, pero hay que seguir haciendo cosas.

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La miseria esclaviza a las porteadoras del Barrio Chino



Muchas son mujeres solteras o que han sido repudiadas

T. DEIROS MELILLA 22/08/2010 08:00 Actualizado: 22/08/2010 11:54nte
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Dos porteadoras se dirigen al paso fronterizo del Barrio Chino, en Melilla.T. Deiros

Dos porteadoras se dirigen al paso fronterizo del Barrio Chino, en Melilla.T. Deiros

Apoyada en un quitamiedos, a pocos metros de donde Melilla se convierte en Marruecos, su figura es la estampa misma del agotamiento y la derrota. La mujer se enjuga el sudor con una esquina de su pañuelo y se endereza, todo lo que le permite el paquete enorme, inmenso, que lleva atado con cuerdas a la espalda. Luego, con el tronco encorvado, emprende penosamente la marcha: un pasito, diminuto, luego otro, hasta llegar a la jaula: el nombre que le dan las porteadoras marroquíes a los torniquetes que dan acceso a este paso fronterizo de Melilla.
El infierno existe, y en Melilla habita en la frontera del Barrio Chino. Todas las mañanas, de lunes a viernes, hordas de marroquíes menesterosos mujeres, pero también ancianos, gente sin una pierna, hemipléjicos o ciegos cruzan hacia Melilla para ejercer de bestias de carga a beneficio de los comerciantes de uno y otro lado de la frontera. Desde las seis de la mañana, centenares de mujeres se dirigen a naves comerciales que distan a veces dos kilómetros para asegurarse de cargar uno de los paquetes de contrabando que, no se sabe cómo, consiguen transportar a Marruecos.
Entre 5.000 y 8.000 porteadores pasan por la frontera
Los hombres jóvenes y sanos lo tienen más fácil. Poco antes de las nueve, cuando se abre el lado español de la frontera, camiones blancos empiezan a llegar a una explanada situada a unos 200 metros del paso fronterizo. Antes de que las furgonetas se detengan, los porteadores se lanzan sobre ellas, abren las puertas y se encaraman al vehículo para coger un bulto. Es la ley del más fuerte, y las mujeres casi nunca consiguen cargar a pie de frontera: por eso tienen que caminar hasta las lejanas naves.
Por cada paquete inmenso -algunos pesan hasta 100 kilos y las porteadoras los llevan rodando hasta la frontera- estas mujeres perciben el equivalente de entre dos y seis euros. El bulto se paga según su peso, pero a este dinero hay que descontar la rasca, la versión local de la mordida que cobra la policía marroquí.
El espectáculo sobrecoge, y eso que, según el capitán José Rafael Martínez, el guardia civil al mando, este "es un día tranquilo". En los días que no lo son tanto, entre 5.000 y 8.000 porteadores pasan por esta frontera tan lucrativa. En 2006, según la Delegación del Gobierno en Melilla, el valor del contrabando que salió de la ciudad alcanzó los 440 millones de euros. Los datos que maneja la prensa marroquí elevan a 1.400 millones el valor de lo que en Melilla se describe con el eufemismo de "comercio atípico".
En 2009, una de estas mujeres murió aplastada por sus compañeras

Equipaje de mano

El paso de Barrio Chino está habilitado para el transporte de mercancías "a pie". Una fórmula oficial que hace de los bultos que llevan los porteadores una especie de equipaje de mano: por eso sólo pueden llevar uno. La imagen resulta ridícula al contemplar los paquetes enormes de todo tipo de objetos, desde ropa vieja, a neumáticos usados, pasando por papel higiénico, que pasan a Marruecos en la espalda de estos seres humanos.
Las aglomeraciones, los empujones que los guardias civiles penan para contener y las prisas por atravesar la frontera cuanto antes y así poder volver a cargar de nuevo, ponen cada día en peligro la vida de estas personas. Bien lo sabe la familia de Safia Azizi, la porteadora de 41 años que murió aplastada por sus compañeras en el Barrio Chino el año pasado.
Safia no era una inculta, pero su licenciatura en literatura árabe no le daba de comer y terminó haciendo de acémila humana en el Barrio Chino. La porteadora que murió en la avalancha era una excepción: la mayoría de sus compañeras pagan con este trabajo envilecedor el estigma de ser una mujer analfabeta, sola y pobre en Marruecos: muchas han sido repudiadas; otras son solteras. Como Habiba, una anciana tuerta que no parece capaz ni de soportar el liviano peso de sus huesos: "No tengo marido, ni hijos, y tengo que comer". El día que no carga los pequeños bultos que aún puede acarrear, no come.
Muchas son mujeres solteras o que han sido repudiadas
Otras de estas mujeres si tienen familia: hijos cuyo sustento aseguran solas. Como la porteadora que levanta tres dedos cuando se le pregunta por sus vástagos. Casi todas vuelven la cara cuando ven la cámara. "Recuerda que este es un trabajo humillante", dice el capitán Martínez.
Las instalaciones de la frontera no ayudan. El paso es angosto y los dos baños, que se supone que pueden usar estos trabajadores parecen estar fuera de uso: las puertas están atadas con una cuerda.
Varias asociaciones locales llevan años pidiendo a las autoridades que, al menos, instalen una fuente para que las porteadoras puedan beber. "En vano", deplora José Palazón, de la ONG Prodein.
La fuente no serviría de nada ahora. Es ramadán y estas mujeres ni siquiera pueden beber. Sin saciar su sed y cargadas como mulas, es inevitable pensar al mirarlas en que la miseria sigue llevando aparejada la esclavitud.
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