La semana pasada volvió a hacer furor en la Red un artículo que hablaba de Chongqing, “esa megalópolis de 33 millones de habitantes de la que nunca has oído hablar”... quizá porque es mentira. Se trata de uno de los tantos errores provocados por la mezcla de desconocimiento y predisposición al asombro con la que los periodistas nos acercamos a un país que ha pasado del olvido absoluto al estrellato mediático en menos de diez años.
El 'bulo de Chongqing' se lo han tragado todos, desde Guardian a Times, pasando por Newsweek, e incluido el que arriba firma, cuando todavía no vivía en China, si se me acepta como atenuante. Para purgar pecados, aquí recopilo e intento aclarar algunos de los falsos mitos más repetidos sobre China.
Chongqing, ya serán menos
La 'Manhattan del Yangtzé' es una ciudad impactante y polo del desarrollo del interior de China, pero no tiene 33 millones de habitantes sino poco más de seis, menos de la mitad que Pekín. La equivocación, que al parecer difundió por primera vez Newsweek, se debe a que asumen que todos los habitantes de la “municipalidad” de Chongqing viven en la ciudad de Chongqing.
En realidad, hay miles de localidades, separadas unas de otras por kilómetros y kilómetros de campo, en un área similar a Irlanda. La raíz del problema es la traducción del término utilizado por la burocracia china (municipalidad) para definir lo que es más bien una provincia. Para entendernos, es como si decimos que todos los habitantes de la Comunidad de Madrid viven en la ciudad de Madrid, olvidando que hay gente en Alcalá de Henares, otros en El Escorial, en Chinchón e incluso en Pozuelo de Alarcón.
Y Deng Xiaoping nunca dijo…
Las frases atribuidas a líderes políticos de la revolución china tienen también bastante peligro. Aquí creo que buena parte de la culpa la tiene la distorsión provocada por la propaganda oficial y la falta de transparencia informativa del régimen, por decirlo de alguna manera. Una de las frases más citadas últimamente es la proclama pro-capitalista de Deng Xiaoping (“enriquecerse es glorioso”), que sin embargo él nunca dijo en público, ni tampoco escribió. Al parecer la idea fue del historiador Orville Schell, que tituló así un capítulo de su libro sobre las aperturas económicas de China en los años 80, pero sin atribuirle la cita a Deng en ningún momento. Alguien lo puso después en boca de Deng y la atribución corrió como la pólvora.
Concretamente, en las páginas de opinión resulta difícil últimamente encontrar un artículo sobre China que no introduzca la famosa frase. Sí que se sabe cómo se difundió, por el contrario, la frase más famosa de Mao Zedong, teóricamente pronunciada en 1949, cuando fundó la República Popular: “El pueblo chino se ha levantado”. Nunca lo dijo allí, al menos aquella mañana en la plaza de Tiananmen. El propio Partido, o él mismo, se la atribuyó después para que quedase más bonito.
¿Pekín o Beijing?
En España solemos pensar que Pekín es el nombre castellano y Beijing el nombre inglés. Una vez más, nos estamos equivocando. En todo Occidente se utilizó el primer vocablo durante décadas para referirse a la capital china. En España ha sido “Pekín”, en Italia “Pequino”, en Francia “Pékin” y en Inglaterra “Peking”, por ejemplo. Nombres que derivan de la transliteración al alfabeto latino que utilizaba hace años el sistema postal chino. El sonido en mandarín, sin embargo, se parece mucho más a la palabra “Beijing” y muchos chinos llevan años escribiéndolo así en “pinyin” (mandarín escrito con alfabeto latino) porque resulta más práctico.
La cosa no revestía mayor importancia hasta hace años, ya que eran realmente muy pocos quienes utilizaban el alfabeto latino en China. Ahora bien, cuando el país se abrió, desembarcaron millones de extranjeros y los chinos empezaron a aprender inglés, el Gobierno decidió acabar con la ambigüedad y estandarizar el nombre de su capital en alfabeto latino. Se optó por Beijing, porque suena mucho más parecido al original. El nombre se impuso incluso, o sobre todo, en la denominación del sistema postal que había creado el dilema.
Beijing significa, por cierto, “capital del norte”. En nuestro país, la Real Academia Española sigue aconsejando el uso de “Pekín” y, salvo algunos conatos de revuelta en ciertos diarios, es el nombre más utilizado. Pero nos estamos quedando solos. No sólo en Estados Unidos, sino también en otros países que carecen de instituciones lingüísticas que velen por la pureza de su idioma, se ha ido adoptando con naturalidad lo de “Beijing”. En México, por ejemplo, ya casi nadie dice Pekín.
La matanza no fue en Tiananmen
La noche del 3 de junio de 1979, el Ejército chino reprimió a tiros una manifestación pacífica en Pekín. Aunque el centro de la protesta se encontraba en la Plaza de Tiananmen, la masacre no sucedió allí, sino a la entrada de los soldados a la ciudad y su avance hasta las zonas aledañas a la plaza. Cuando los tanques llegaron al corazón de la capital, Tiananmen, donde más de 2000 manifestantes seguían atrincherados, se produjo una breve negociación para evitar una carnicería y la gente acabó marchándose pacíficamente de la plaza.
Hubo matanza, cierto es, pero no en Tiananmen.
Los chinos nunca protestan... excepto unos 12 millones al año
Uno de los tópicos más extendidos sobre los chinos es que nunca protestan, que no se quejan de sus condiciones de vida, ni se organizan para mostrar su descontento. Esta percepción contrasta con las cerca de 127.000 protestas populares que se produjeron en 2008 y en las que participaron unos 12 millones de ciudadanos. Aunque normalmente se trata de demostraciones de fuerza pacíficas, algunos de estos motines acaban con desenlaces violentos, como el registrado en julio de 2009 en Jilin cuando los trabajadores de la industria estatal Tonghua lincharon al nuevo gerente, que les estaba anunciando la privatización de la empresa y despidos masivos para fusionarse con una poderosa industria metalúrgica de capital privado. Tras la revuelta, el Gobierno abrió una investigación, pero suspendió la venta. La noticia fue anunciada por los altavoces de la fábrica y los obreros lo celebraron con fuegos artificiales.
Según las estadísticas de 2008 que citábamos antes, durante ese año se produjeron 467 asaltos a sedes del Gobierno, 615 ataques a la policía por parte de los manifestantes y 110 episodios de vandalismo urbano. No hay datos unificados todavía, pero las huelgas y protestas se han disparado en 2010, sobre todo en la llamada “fábrica del mundo”, el área industrial más grande del mundo, en el delta de Río Perla, en la sureña región de Cantón. Cierto es que las protestas no son casi nunca políticas, sino reclamaciones sobre derechos laborales, abusos concretos de la autoridad y cosas por el estilo. El Partido Comunista Chino (PCCh) permite algunas protestas laborales, pero no tolera que se cuestione su legitimidad.
El capitalismo rampante chino
Se lee cada vez más a menudo eso de que China es ya “el país más capitalista del mundo”. Imagino que a algunos les confuden detalles como el hecho de que no haya una red de asistencia sanitaria universal, algo que en realidad nunca hubo: los campesinos no tuvieron acceso a servicios médicos ni siquiera durante el maoísmo, tenían que conformarse con la visita de los llamados “médicos descalzos”, técnicos en primeros auxilios con una bolsa de medicinas tradicionales que pasaban del ciento al viento por las aldeas. En realidad, la economía china sigue estando fuertemente intervenida por el Gobierno.
Oficialmente, las empresas estatales generan un tercio del Producto Interior Bruto (PIB) y la mayoría de las grandes empresas privadas también están monitoreadas, de una manera u otra, por el Partido. Todos los sectores estratégicos (transportes, telecomunicaciones, energía, etcétera) siguen en manos del Estado. Aunque en teoría compiten entre sí y están sometidas a la ley del mercado, las corporaciones públicas son gigantes instalados en monstruosos rascacielos que obedecen a las directrices del Partido Comunista, gozan de todo tipo de facilidades para financiar proyectos, de una legislación favorable y cuantiosas ayudas.
Supuestamente su territorio natural son los sectores estratégicos, mientras que el resto de la economía debería quedar en manos privadas. En los últimos tiempos, sin embargo, las empresas públicas están traspasando esta barrera, invirtiendo, abriendo y comprando de todo, desde fábricas de galletas hasta restaurantes. Es más, según un reciente informe del Banco Mundial, las empresas públicas no sólo no han disminuido en los últimos tiempos, sino que están ganando terreno, incluso en sectores donde nadie las esperaba, como el alimentario.
Me dejo unos cuantos “mitos” en el tintero, pero acabo de medir la extensión de este artículo y hace rato que sobrepasé la barrera psicológica de las mil palabras. Si les interesa particularmente el tema, o simplemente quieren saber más cosas sobre China, les recomiendo un par de enlaces. En mi opinión, se trata de las mejores bitácoras sobre China escritas en castellano. Que las disfruten.
Zai China: http://www.zaichina.net/
ChinoChano: http://chinochano.zoomblog.com/
HISTORIAS DE ASIA, Ángel Villarino. Pekín