En 2004 me invitó Plaza & Janés (hoy Random House Mondadori) a la cena de entrega del Premio Ciudad de Torrevieja de Novela. En el tren, me reencontré con un camarada periodista, que me dijo: “Soy uno de los finalistas“. Me contó la historia de su novela, basada en a en el Renacimiento y la arquitectura, con algo de intriga.
Al llegar al hotel del evento, le conté con emoción a otro periodista que un amigo mío era uno de los cinco finalistas. “No va a ganar”, me dijo: “El premio se lo dan a Zoe Valdés y el segundo a Javier Sierra“.
¿Ya se sabe?, dije con sorpresa inocente. Me miró y añadió: “Siempre lo filtran antes de la cena para que la noticia entre en primera edición de los periódicos. Pero lo mantenemos en secreto”. Y sonrió.
Como yo era periodista económico, me quedé sorprendido de algo que para el periodismo cultural era tan habitual como para nosotros hablar de juntas de accionistas.
Antes de la cena, en el cóctel, mi amigo finalista se acercó para confesarme que estaba desolado. “Me han dicho que el premio ya está dado”. Y repitió los mismos nombres que yo había escuchado.
Terminó la cena. Alguien se acercó al micrófono, y dijo que allí en su mano tenía las plicas de los ganadores. Yo miré a los compañeros de mesa y pensé en decirles que todos gritásemos que ya lo sabíamos. Me hubiera encantado vociferar. “No sigas: ¡sabemos que son Zoe y Javier!”.
Pero no lo hicimos.
En efecto, Zoe y Javier.
Mi amigo y su mujer estaban anodadados.
En 2008 me invitaron al Premio Planeta. Como yo ya era un experto en premios filtrados, pregunté al comenzar la cena a quién le iban a dar el premio. “Fernando Savater”, confesó un periodista mientras descalabraba un langostino. Se cumplió.
Este año, (ayer por la noche) le han dado el Premio Planeta a Eduardo Mendoza. En el colmo de las filtraciones, el diario elpais.com ya lo tenía en su portada desde ayer por la mañana. O sea, con un adelanto de unas 12 horas. Una buene exclusiva que nunca criticaré a ningún periodista, pero una filtración que no solo daña a la editorial sino a ganador.
Todos los años siempre se habla de lo mismo. ¿Por qué están amañados?
Supongo que para Planeta y para Random House Mondadori, los premios son una inversión muy seria (el planeta con 600.000 euros, y el Torrevieja, con 360.000, están entre los mejor dotados del mundo) pero también una catapulta de ventas, y por ello deben montar un engranaje comercial inevitable. Primero se consigue al autor. Luego, se presenta la obra. Y por último, se le concede un premio.
¿Por qué?
Una vez me explicaron que si no fuera así, el libro no se vendería porque importa mucho que el ganador sea conocido. Y me contaron que es un riesgo enorme no encargar un libro porque la calidad de la inmensa mayoría de las obras presentadas es dudosa, y hasta podría resultar un premio desierto o muy mediocre. Con el arreglo, por lo menos se aseguran que la cara ganadora sea de postín, y que garantice cierta calidad.
No estoy tan seguro. Como han demostrado esas mismas editoriales, no siempre ha sido así: de hecho, Carlos Ruiz Zafón, fue casi descartado del premio Fernando Lara y al final resultó un grandescubrimiento. Un superventas. O sea, el criterio del jurado no es infalible.
De todos modos, para que estos premios no fueran tan criticados, creo que en lugar de organizar una cena, por lo menos deberían presentarlos en una comida. Así todos los periódicos podrían llegar a la primera edición.
Eso sí: siempre que pensemos en el periódico de papel. Pero en internet, nos da igual si es desayuno, almuerzo o cena, porque estamos 24 horas en vela. Lo daríamos ipso facto.
Al llegar al hotel del evento, le conté con emoción a otro periodista que un amigo mío era uno de los cinco finalistas. “No va a ganar”, me dijo: “El premio se lo dan a Zoe Valdés y el segundo a Javier Sierra“.
¿Ya se sabe?, dije con sorpresa inocente. Me miró y añadió: “Siempre lo filtran antes de la cena para que la noticia entre en primera edición de los periódicos. Pero lo mantenemos en secreto”. Y sonrió.
Como yo era periodista económico, me quedé sorprendido de algo que para el periodismo cultural era tan habitual como para nosotros hablar de juntas de accionistas.
Antes de la cena, en el cóctel, mi amigo finalista se acercó para confesarme que estaba desolado. “Me han dicho que el premio ya está dado”. Y repitió los mismos nombres que yo había escuchado.
Terminó la cena. Alguien se acercó al micrófono, y dijo que allí en su mano tenía las plicas de los ganadores. Yo miré a los compañeros de mesa y pensé en decirles que todos gritásemos que ya lo sabíamos. Me hubiera encantado vociferar. “No sigas: ¡sabemos que son Zoe y Javier!”.
Pero no lo hicimos.
En efecto, Zoe y Javier.
Mi amigo y su mujer estaban anodadados.
En 2008 me invitaron al Premio Planeta. Como yo ya era un experto en premios filtrados, pregunté al comenzar la cena a quién le iban a dar el premio. “Fernando Savater”, confesó un periodista mientras descalabraba un langostino. Se cumplió.
Este año, (ayer por la noche) le han dado el Premio Planeta a Eduardo Mendoza. En el colmo de las filtraciones, el diario elpais.com ya lo tenía en su portada desde ayer por la mañana. O sea, con un adelanto de unas 12 horas. Una buene exclusiva que nunca criticaré a ningún periodista, pero una filtración que no solo daña a la editorial sino a ganador.
Todos los años siempre se habla de lo mismo. ¿Por qué están amañados?
Supongo que para Planeta y para Random House Mondadori, los premios son una inversión muy seria (el planeta con 600.000 euros, y el Torrevieja, con 360.000, están entre los mejor dotados del mundo) pero también una catapulta de ventas, y por ello deben montar un engranaje comercial inevitable. Primero se consigue al autor. Luego, se presenta la obra. Y por último, se le concede un premio.
¿Por qué?
Una vez me explicaron que si no fuera así, el libro no se vendería porque importa mucho que el ganador sea conocido. Y me contaron que es un riesgo enorme no encargar un libro porque la calidad de la inmensa mayoría de las obras presentadas es dudosa, y hasta podría resultar un premio desierto o muy mediocre. Con el arreglo, por lo menos se aseguran que la cara ganadora sea de postín, y que garantice cierta calidad.
No estoy tan seguro. Como han demostrado esas mismas editoriales, no siempre ha sido así: de hecho, Carlos Ruiz Zafón, fue casi descartado del premio Fernando Lara y al final resultó un grandescubrimiento. Un superventas. O sea, el criterio del jurado no es infalible.
De todos modos, para que estos premios no fueran tan criticados, creo que en lugar de organizar una cena, por lo menos deberían presentarlos en una comida. Así todos los periódicos podrían llegar a la primera edición.
Eso sí: siempre que pensemos en el periódico de papel. Pero en internet, nos da igual si es desayuno, almuerzo o cena, porque estamos 24 horas en vela. Lo daríamos ipso facto.