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El glamour en la gestión.



Hace algún tiempo escribíamos aquí un post titulado La cultura del envase, en el que hacíamos referencia a Eduardo Galeano, y donde el escritor uruguayo decía: “Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo, y la misa más que Dios. La cultura del envase desprecia los contenidos”. Es el triunfo de la "forma" sobre el "fondo", del "exterior" frente al "interior", del "continente" sobre el "contenido".

Ser guapo o guapa –en esta sociedad de la imagen– vende y te abre muchas puertas en casi todos los ámbitos, por mucho que los guapos y guapos se empeñen una y otra vez en decir que "si luego no haces bien tu trabajo no sirve ser guapo o guapa". Eso está claro, pero lo difícil es meter la cabeza en un sitio, luego de lo que se trata no es de hacerlo muy bien sino más bien de no hacerlo muy mal. ¿Cuántas personas ha conocido Vd. que las han despedido por no hacer bien su trabajo? Alguna, seguro, pero más bien pocas. El coste (monetario y no monetario) también es alto y se dilata salvo que no exista otra alternativa.

Todo esto lo cuento porque el otro día Eugenio de Andrés(@rrhhypersonas) en Aprende del Deporte(@aprendeldeporte) escribía un post con el título: Los Príncipe de Asturias: Del Bosque y el ejemplo de un líder.

Del Bosque, evidentemente, no es un tío visualmente atractivo, es un gestor low profile lo que no en pocas ocasiones le ha acarreado algunas consecuencias. Así hace unos años no fue renovado de su cargo como entrenador del Real Madrid tras ganar la Champions League y la Liga porque se decía que no daba la imagen adecuada a lo que era la institución merengue. Se buscaba a alguien más posh, con mejor pose.

El líder de porcelana, radiante y exquisito, sin polvo y brillante, es sólo para las vitrinas. Hay que desprenderse de ese halo de misticismo que rodea al liderazgo y tratar el tema con más normalidad y sencillez. El líder no es un trapecista subido en lo alto, centro de atención del circo empresarial, para que todos le admiren y queden asombrados con sus florituras. No. El líder no es un acaparador que busca que la multitud le agasaje y vitoree. No. El líder no es aquel a quien sus súbditos llevan “en volandas” y rinden pleitesía. No. El líder no es un galán de que muestra sus mejores prendas intentando quedar bien con todos y en todo. No. El líder no es aquel que está más pendiente del graderío que de lo que ocurre sobre el césped del terreno de juego. No. El líder no es ese individuo al que la parafernalia y los abalorios le hacen centrarse en lo accidental descuidando lo esencial. No. Como escribía también en otra ocasión Eugenio de Andrés en El yin de Guardiola: "Ser líder no significa ser perfecto".

En el mundo de la empresa, la discreción –un valor que mucho aprecio– parece que no cotiza al alza. Sin embargo, creo que es una cualidad importante. La discreción consiste en estar sin estar y en hacer sin parecer que hace. Lao Tse escribe: “El mejor líder es el que apenas se hace notar, no aquel al que la gente obedece y aclama, ni al que todos desprecian. El buen líder habla poco, y cuando ha concluido su trabajo y alcanzado su propósito, la gente dirá: lo hicimos nosotros”.

El liderazgo no es una carrera de popularidad y de glamour. Lo primero que se le debe exigir a cualquier directivo son resultados y luego y sólo luego, una buena corbata y un traje impecablemente planchado. Si la "forma" destrona al "fondo" sin algo más eso antes o después se viene abajo.

* Hace un año publicábamos el post: Cada día me siento más ignorante.