El próximo domingo puede proclamarse campeón del mundo de Fórmula 1 Fernando Alonso, o Vettel, o Webber, e incluso Hamilton si se produce un milagro. Pero, pase lo que pase en Abu Dabi, el gran ganador será Dietrich Mateschitz, el propietario de Red Bull, el hombre que se hizo millonario con una idea que no era suya, y creó un imperio apostando por los deportes.
La historia de la compañía de la bebida energética más conocida del mundo es digna de una película de Hollywood. Dietrich Mateschitz, el ahora multimillonario propietario de la compañía, era a mediados de la década de los 80 un comercial Blendax, un fabricante de dentífricos perteneciente a Procter&Gamble. En uno de sus viajes a Tailandia descubrió una bebida estimulante, “Krating Daeng”, que causaba furor en aquellos lares, y que contenía cafeína y taurina. Era empleada por trabajadores de diferentes sectores para mantenerse despiertos y atentos, y Mateschitz optó por tomar la iniciativa y exportarla a Europa.
Con una inversión cercana al millón de dólares, aliado con un empresario tailandés, y tras diseñar el ahora conocidísimo logo de los toros rojos, en 1987 lanzó en Austria Red Bull. Su éxito fue inmediato, y rápidamente dio el salto a otros mercados europeos e incluso al americano. Como en todos estos casos de productos que dan un ‘boom’, también aparecieron las críticas, y éstas se centraron en sus efectos secundarios, como el insomnio o la taquicardia. Resultado: en muchos estados de Alemania y en Francia no se puede beber. En España, cuando se lanzó hace ya algunos años, también se levantó una fuerte polémica sobre si era sana o no.
El imperio empresarial unido al deporte
Dietrich Mateschitz quiso crear una compañía que reflejara su forma de ser: arriesgada, amante de disfrutar y exprimir la vida. El empresario austríaco, a sus 66 años, es pura energía, y tal vez se deba a que, según ha afirmado, consume una media de ocho latas de Red Bull al día, “dependiendo de cuanto duren los días y las noches". No es de extrañar, por ello, que haya buscado relacionar su marca con todo tipo de deportes.
Actualmente, la empresa ‘alada’ da su nombre a equipos de fútbol (los Red Bull de Nueva York y Salzburgo), carreras y acrobacias de aviones (la Red Bull Air Race), además de patrocinar diferentes competiciones de deportes extremos, de nieve, o de motor. En este último sector es donde han logrado su mayor éxito, en la Fórmula 1, de la mano del Red Bull Racing, que ha conquistado esta temporada el título de constructores con Vettel y Weberr, y en menor medida con Toro Rosso, la escudería en la que milita el español Jaime Alguersuari.
El desembarco de Red Bull en el Mundial de F1 se produjo en 2004, cuando compró la plaza de la mítica escudería Jaguar por un montante cercano a los 110 millones de dólares, tras la decisión de Ford de abandonar 'el circo'. David Coulthard y Christian Klien fueron los primeros pilotos que condujeron un monoplaza con los toros rojos en los laterales. El equipo tiene su la británica localidad de Milton Keynes, y a lo largo de las 101 carreras que ha disputado se ha labrado una reputación de escudería trabajadora, apasionada de la velocidad, polémica y muy, muy rápida.
El Marketing: su gran apuesta
Como especialista en la materia, Mateschitz tuvo desde el primer momento la convicción de que la promoción de su producto sería una pieza fundamental en la extensión de la empresa."El marketing es nuestra principal materia prima”, aseguró en su día, y por ello Red Bull destina algo más del 30% de su facturación anual a este apartado, ascendiendo a 493,4 millones de euros en los últimos cinco años (según la agencia Bloomberg).
De ahí que viese en la propia lata un elemento diferenciador. Mateschitz contrató a una empresa de aluminio para hacerlas, le pusó dos colores (azul y plateado) y decidió que fuese más pequeñas que las habituales. Así, cualquier persona la vería diferente entre las miles de latas de refrescos que puede haber en los supermercados.
Englobados en esta partida podrían estar también los cerca de 120 millones que en 2009 decidió dedicar la compañía austríaca a la escudería de Fórmula 1 para la presente temporada, lo que supuso un incremento del 29’5%. La pregunta salta al instante: ¿es esta una buena inversión? El resultado deportivo se ha logrado, con el título de constructores y la posibilidad de sumar el de pilotos este domingo, pero el premio económico por ser el mejor equipo del ‘circo’ no supera los 80 millones de euros. Eso sí, la repercusión mundial de la marca, el aparecer en todos los medios capitalizando las páginas deportes, enuna campaña publicitaria impagable.